Restringido

El verdugo y una chica del montón

Carmen Montón no es una diputada del montón, aunque, cuando se desata, parece una chica del montón. Dentro del Partido Socialista es la que se encarga de los asuntos de igualdad, violencia doméstica y, en general, de las reivindicaciones feministas. Es valenciana, de Burjasot, ha cumplido treinta y ocho años, estudió Medicina, pero desde los dieciséis años en que se metió en las Juventudes Socialistas, lo suyo ha sido la política. De los sofocos de la brega parlamentaria le relaja pintar los fines de semana en su pueblo, donde empezó de concejal. De lo que se siente más orgullosa, según dice, es de haber sido ponente de la ley del matrimonio homosexual. También fue la encargada de defender la ley de inscripción de las personas que cambian de sexo en el registro civil. Alguna vez ha declarado a la prensa: «Iré al infierno... en el caso de que exista». Parece que no le importa hacer méritos para ello. Por supuesto, se le llevan los demonios si observa cualquier intento de cambio, por parte del actual Gobierno, en la ley del aborto de Zapatero, sagrada para ella. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Ni siquiera le parece bien un leve retoque en la misma para que las menores de edad cuenten con sus padres a la hora de abortar. O sea, Carmen Montón pertenece al montón de las feministas radicales e intransigentes que no atienden a razones y se hacen notar por sus pancartas (no sé si las pintará ella en Burjasot), por la defensa del cuerpo femenino y por su talante combativo.

Una demostración de este talante agresivo ha sido el recibimiento que ha hecho en el Congreso de los Diputados al nuevo ministro de Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad, Alfonso Alonso, al que llamó directamente verdugo de entrada. ¡Pobre Alonso, se habrá quedado de piedra! Aún no ha empezado la tarea y ya quieren descalificarlo. Se habrá acordado del verdugo de Berlanga y habrá sentido ganas de abandonar la cartera de ministro antes de empezar las ejecuciones. Ha sido una de las intervenciones parlamentarias más penosas, desafortunadas e inoportunas que se recuerdan. La técnica del insulto y la descalificación del adversario político es, por lo visto, la táctica electoral de los nuevos dirigentes socialistas, perfeccionando de este modo la técnica de sus mayores que tanto ha contribuido a convertir la política en España en un cenagal y a los políticos, en seres despreciables. Por lo visto, según Carmen Montón, el maligno Mariano Rajoy, tras cargarse a Ana Mato, ha encargado a Alfonso Alonso ejecutar sin compasión a pobres mujeres indefensas, víctimas de la violencia machista, empezando por las cándidas púberes embarazadas. El nuevo ministro, y antiguo portavoz parlamentario, de talante moderado y dialogante, se ha contenido, ¡menos mal!, y ha preferido, en su presentación, tender la mano a la oposición, demostrando que hay otra forma de hacer política. Y es que la confrontación parlamentaria no debería estar reñida con el respeto y la buena educación. Pero eso dígaselo usted a una chica del montón.