Crisis en el PSOE
Elecciones, susto o muerte
La frase de Javier Fernández, «hagamos lo que hagamos es evidente que el PSOE tiene un problema», no puede ser más definitoria. A la gestora presidida por el asturiano le restan pocos días para desencallar una nave que tras los comicios de junio Sánchez decidió dejar varada en la costa del «no», sin vía de salida y con una tripulación crecientemente enfrentada en un ambiente de permanente claustrofobia. Lo que no se quiso ventilar en su momento con una «abstención técnica» ante la candidatura de Rajoy en segunda votación ha degenerado, no sólo en las prisas que acucian a la gestora con el «papelón» con el que ha de lidiar, sino en un magma tóxico entre la militancia que en realidad sólo planteaba como alternativas a un gobierno de la «bicha» de la derecha, o terceras elecciones o un pacto «Frankenstein» que incluía «sí o sí» a los independentistas. Alternativas que, hay que decirlo todo, no disgustaban a los más cercanos entornos de Sánchez.
El cuento ya es otro. El problema podría haber desaparecido... o no en cuanto al nombre y el apellido, pero queda por desmantelar el argumento en el que se vino sosteniendo y que sigue siendo esa negativa a la abstención que nos diera por fin un gobierno y que teóricamente tenía como grandes avalistas tanto al sentir de la militancia como a la recuperación de posiciones frente a Podemos. Esa labor «didáctica» hacia las bases es hoy más imperiosa teniendo en cuenta que, de cualquier escenario posible, el menos malo pasa por evitar a toda costa terceras elecciones.
Ahora sí es creíble en boca de cualquier dirigente socialista el argumento de que «no es bueno para España» ir a nuevos comicios en diciembre. Para la credibilidad del sistema sería malo pero para el PSOE sencillamente desastroso. De entrada, la escabechina en términos de unos resultados que dejarían a esta formación –ya sí– a los pies del «sorpasso» afectaría entre otras cosas –y no se puede obviar– al «condumio»; veinte o treinta diputados y unos cuantos senadores, muchos pertenecientes al comité federal, perderían su escaño de no evitar la cita con las urnas. A ello se sumaría una más que precipitada convocatoria de primarias previsiblemente en noviembre para designar candidato a estas elecciones, cuando la lógica apunta a que ese candidato o candidata deba surgir tras una travesía en el desierto de la oposición y tras la designación de nuevo secretario general en un congreso federal no precipitado.
Pero si hacen falta en Ferraz más argumentos en contra de un 18-D valga el de la sombra de Sánchez, cuyo regreso no pocos descartan y aquí será interesante ver sus movimientos desde el escaño de diputado; el suflé del apoyo que aún disfruta de parte de unas siempre maleables bases se irá desvaneciendo con el regreso a la normalidad, con una nueva y legítima dirección y con la reconstrucción desde la oposición. No son argumentos menores, vale la pena garantizar un mínimo de estabilidad a una legislatura que además podría ser la última de Rajoy y de paso evitar el suicidio.
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