Enrique López
En defensa del Estado autonómico
La construcción europea es una experiencia que me atrevo a calificar de única en el mundo; supone un proceso mediante el cual desde la división y la guerra, los Estados europeos han pasado en un tiempo muy breve a compartir un marco político, económico y social. Naciendo como nace de una unión meramente económica, hoy en día se aspira a consolidar una auténtica unión política y sobre todo social, tratando de superar las diferencias de todo tipo entre los países miembros. Las fronteras caen, y no solo desde un punto de vista jurídico y físico, sino real, tratando de consolidar un marco social y solidario. En este proceso resultan paradójicos los fenómenos secesionistas, a pesar de que puedan constituir aspiraciones legítimas. Estos fenómenos pueden fragmentar Estados consolidados durante siglos y crear nuevas fronteras en una Europa, cuyo principal factor de desestabilización siempre ha sido la guerra por fronteras. Europa respira aliviada tras lo ocurrido en Escocia, y sin solución continuidad España se ve inmersa en una apuesta soberanista. Nuestro Estado de las Autonomías no es el mejor de los sistemas de descentralización del poder, pero tampoco es tan nefasto como algunos defienden; unos porque no satisface sus ansias independentistas, otros porque no se denomina federal, y otros porque añoran un estado más centralizado, no encuentra demasiados defensores. Algún día la historia hará justicia con este modelo, con sus luces y sombras nos ha traído hasta aquí, que no es poco; con algunos problemas funciona casi como un estado federal, y por otro lado mantiene residenciada la soberanía popular en el pueblo español, todos para el todo y el todo para todos. La guerra civil norteamericana sirvió para superar unos Estados Unidos en plural, y pasarse a denominar Estados Unidos en singular, un ejemplo de unión política, social y económica.
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