El bisturí

El pasado aterrador de los nuevos amos de Siria

Aunque la caída de la dictadura parece buena noticia, los antecedentes del grupo insurgente que ha liderado la ofensiva contra el clan en el poder no auguran nada bueno

Pakistán, Afganistán y Siria han ocupado siempre, por este orden, un lugar preferente en los anaqueles destinados a lecturas internacionales de mi biblioteca personal. Del primer país tuve noticia muy joven a través de Dominique Lapierre en su magnífica obra «Esta noche la libertad». La independencia de India acelerada por Jawaharlal Nehru, Muhammad Ali Jinnah y, por supuesto, Mahatma Gandhi, precipitó el principio del fin del imperio británico en 1947 y llevó a la creación de un nuevo país, Pakistán, conformado por la población musulmana que hasta esa fecha mantenía contantes roces con la hindú. Cuenta la leyenda que, de forma natural, los cerdos que vivían en India acudían instintivamente en pleno proceso de la independencia a Pakistán en busca de su salvación, mientras que las vacas lo hacían en dirección contraria, hacia India, sabedoras de que allí no serían nunca sacrificadas por considerarse animales sagrados. La azarosa vida de la nación musulmana daría pie para escribir libros y libros, pero para el caso que nos ocupa, baste saber que los campos de refugiados asentados en ella sirvieron para que centenares de afganos desplazados se adiestraran en las prácticas terroristas y en la guerra de guerrillas. La situación de Afganistán, desde luego, invitaba a la insurgencia, después de sucesivas ocupaciones que antes y después siempre fueron abortadas. De este país siempre se ha dicho que es inconquistable, y mucho de cierto hay en ello pues ni soviéticos, ni estadounidenses han logrado nunca domeñarlo pese al despliegue militar realizado. El avispero de su orografía es tan abigarrado y la población tan resiliente, que ninguna invasión foránea ha logrado pervivir en el tiempo. Las técnicas terroristas de respuesta perfeccionadas a partir de lo aprendido en Pakistán hicieron el resto. Particularmente interesantes sobre la historia reciente de este estado son los libros «Afganistán, la vida más allá de la batalla», de Antonio Pampliega; las «crónicas de un corresponsal de guerra» de Jorge Melgarejo; «Afganistán, crónica de una ficción», de Mónica Bernabé; «300 días en Afganistán», de Natalia Aguirre Zimerman; o la inigualable obra «La guerra de Afganistán, de 1979 a 1989, el enfrentamiento entre la URSS y los muyahidines». No menos interesante que estos dos países es el caso de Siria, tan en boga hoy por la abrupta caída de Bachar el Asad, tras casi 14 años de tortuosa guerra civil, desde la represión desatada tras el estallido de la Primavera Árabe, lo que pone fin a casi 50 años de una dinastía baazista (una suerte de socialismo de corte musulmán) que inauguró su padre, Hafez el Asad. De los orígenes de este movimiento da cuenta la soberbia novela de Viviana Rivero, «Una luz fuerte y brillante», aunque no menos impresionantes para adentrarse en el intrincado mundo de este país son «En la oscuridad, diez meses secuestrado por Al Qaeda en Siria», también de Antonio Pampliega; «Siria, revolución, sectarismo y yihad», de Ignacio Álvarez-Ossorio; o «Siria, el país de las almas rotas. De la revolución al califato del ISIS», de Javier Espinosa y Mónica G. Prieto. El lenguaje periodístico empleado en estos libros permitirá al lector profano familiarizarse rápido con la tragedia de este territorio. ¿Qué porvenir le espera? Aunque la caída de la dictadura parece buena noticia, los antecedentes del grupo insurgente que ha liderado la ofensiva contra el clan en el poder no auguran nada bueno. La organización islámica suní Hayat Tahrir al Sham (HTS) es heredera de Al Qaeda y cuenta con un pasado aterrador para las minorías cristiana y kurda.