PSOE

En la encrucijada

La Razón
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Después del fallido pacto con Pedro Sánchez para tocar, por fin, el cielo con las manos, Pablo Iglesias radicaliza su posición y se muestra extremadamente beligerante con el PSOE al que califica de «partido desnortado y en descomposición». Es un vaivén insufrible para sus aliados regionales y para el sector de la organización central que se siente más conforme con la actitud aparentemente moderada y dialogante de Íñigo Errejón, que los menos informados califican de socialdemócrata. Asistimos, por lo que se ve, a la primera crisis seria de esta nueva organización política de izquierdas, de talante populista. A juzgar por las encuestas y por el resultado de las últimas elecciones regionales, parece que ha tocado techo. De ahí, el desconcierto. Lo que traslucen estas luchas intestinas sobrepasa con mucho los ajustes estratégicos, tras haber desaprovechado la única oportunidad –la ventana– de alcanzar impetuosamente el poder. Lo que pasa en Podemos es más que un memorial de errores y un reparto de culpas. Dentro del movimiento se ha desatado una verdadera lucha por el poder y un gran desconcierto.

La línea marcada por Iglesias ante el Consejo Ciudadano en el Círculo de Bellas Artes es una vuelta a los orígenes. Lo nuevo frente a lo viejo. Nada de confusión con este Partido Socialista que, traicionando sus principios y a sus militantes, va a facilitar la continuidad de la derecha en el poder. Socialistas y populares son la misma cosa: los responsables del «régimen del 78», que es preciso desmontar. La crisis socialista es la señal de la caída de ese régimen. Renace así el espíritu revolucionario de los orígenes, huyendo de la tentación de convertirse en «fuerza política de coyuntura», que es, según la línea oficial, a lo que conduce la estrategia acomodaticia de Errejón y los suyos. Hay que volver a empezar, «podemizarse» de nuevo y apelar a la fuerza de los jóvenes, utilizados como vanguardia para la conquista del poder. En la presente coyuntura política, Pablo Iglesias se erige ya, sin encomendarse a nadie, en jefe de la oposición. Si el PSOE no ha querido «podemizarse», se va a enterar, viene a decir. Y se dispone a tensar la cuerda. Con esta radicalización y este alarde de visión política y superioridad moral, en lugar de acabar con el partido de la rosa, y suplantarlo, que ha sido desde el principio su propósito, va a dejarle más espacio. Y más razones para que el PSOE se recupere.