Enrique López
En nombre del mal
En el Centro de Exposiciones del Canal de Madrid se puede ver una dedicada al horror de Auschwitz bajo el lema «No hace mucho. No muy lejos», y es que efectivamente no pasó hace mucho tiempo, ni tampoco tan lejos. Hace poco tuve la oportunidad de visitar el Yad Vashema, un museo construido en memoria de las víctimas del Holocausto perpetrado por los nazis contra los judíos durante la Segunda Guerra Mundial, el cual se encuentra ubicado en el Bosque de Jerusalén, y lo que más me impresionó fue el salón dedicado al más de millón y medio de niños judíos asesinados cuyos nombres, fecha y lugar de nacimiento se recitan a la vez que aparecen innumerables fotografías de los niños, tardando más de un año en citar a todos y cada uno de ellos. Estamos ante uno de los cruentos sucesos de la historia reciente más horroroso y que más nos aparta de nuestra condición y naturaleza humana, y por ello no se puede olvidar nunca. Decía Juan Pablo II que tuvo la oportunidad de experimentar personalmente lo que el denominaba «las ideologías del mal» el nacismo y el comunismo, en cuyo nombre tantas personas han muerto. Decía el Santo que en de aquellos momentos no todos se daban cuenta de la verdadera magnitud del mal que se cernía sobre Europa, se vivía en una erupción del mal y solo de forma gradual el mundo pudo conocer las dimensiones reales de lo que estaba ocurriendo, los responsables querían evitar a toda costa que se conociera la entidad de lo que estaba aconteciendo al ser plenamente conscientes del mal causado. Lo acaecido bajo el hitlerismo tenemos la oportunidad de conocerlo en toda su dimensión, fueron doce años de oprobio e ignominia, pero lo ocurrido bajo el comunismo iniciado por Lenin y consumado por Stalin, todavía no somos conscientes de su real entidad, ni en cifras ni en consecuencias. Decía Goethe en su Fausto que el diablo era como una parte de esa fuerza que desea siempre el mal y que termina siempre haciendo el bien, de manera que como dice el propio Juan Pablo quizá tanto mal era en cierto sentido necesario para el mundo y para el hombre. Tiene razón, pero solo si semejante despliegue de crueldad y maldad sirve para que en el futuro no ocurran cosas así, pero desgraciadamente hemos vivido otros holocaustos y en fechas recientes como en Ruanda, no debiendo perder de vista lo que ha ocurrido en Siria. Las ideologías y los hombres del mal siguen presentes en nuestra sociedad, y por ello no debemos olvidar nunca lo que en su nombre ha sucedido en el mundo, sobre todo para impedir que se repita. Hace unos días hemos conocido que unas personas han intentado quemar una vivienda en Barcelona porque sus moradores habían colocado una bandera española, comprobando que el mal no descansa y que en nombre de ideas se siguen perpetrando barbaridades. Por ello el compromiso con la libertad y dignidad del hombre ha de ser permanente y no dar nada por conseguido, la tendencia a la involución en el ser humano es constante.
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