Julián Redondo
Entre dos aguas
Líder, el Valencia. Como para adelantar las Fallas y celebrarlo a lo grande. Fin de los malos augurios deportivos, aquellos que antes del comienzo de la temporada situaban a Nuno en cabeza de los entrenadores despedidos coincidiendo, como muy tarde, con la llegada de El Almendro. El equipo gana y convence. Suma los mismos puntos que Barça y Sevilla, 13, pero le favorece el «gol average». Sin embargo, la afición sigue revuelta porque el acuerdo entre Peter Lim y Bankia no termina de cerrarse. Hay inquietud y la mirada del hincha, entre pavorosa y furibunda, se dirige al banco, objeto de su ira, y no al singapurés, en quien distingue al mirlo blanco, tabla de salvación, el principio de una nueva era de fútbol gozoso, fin de los sufrimientos y la miseria... Con las cartas boca arriba, y siendo partícipes del pánico del seguidor valencianista a una involución –ese retorno a un pasado tan negro y tan cercano–, al colocar en la balanza el grado de amor por el club de cada una de las dos partes implicadas en el negocio, ningún plato se inclina. Bankia ha concedido créditos por valor de 230 millones al Valencia y quiere recuperarlos. Es lo que tienen los bancos, que prestan para percibir un beneficio con los intereses correspondientes.Don Peter está dispuesto a devolver una parte en cómodos plazos y asegurarse una quita considerable; pero encuentra resistencia. Lim no es un mecenas, se ha fijado en el Valencia porque le gusta el fútbol y huele a materia lucrativa, cuestión muy respetable siempre que no intervenga un asunto tan manido como el fraude, pero que nada tiene que ver con un sentimiento de afinidad por los colores. En medio, el seguidor que vibra y sufre, desazonado entre las mansas aguas del equipo y las turbulentas del club.
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