Angel del Río

Es como para preocuparse

En los últimos años ha sido notorio el descenso en la intensidad del tráfico en Madrid, aunque en los últimos meses se ha notado una recuperación en este sentido. La crisis económica ha sido un factor fundamental en la caída del volumen circulatorio, sobre todo en lo que a vehículos comerciales e industriales se refiere. Esta circunstancia podría tener su cara positiva: si disminuye el número de vehículos que circulan por las calles, también debería disminuir el número de accidentes de tráfico. Desgraciadamente no es exactamente así y esto es preocupante.

Es necesario buscar las causas, que pueden ir desde el aumento de la imprudencia en la conducción hasta una dejación en el mantenimiento y la reparación de los vehículos como consecuencia de la situación económica, así como una desaceleración en la renovación del parque móvil, pasando por quizá cierto relajo en el cumplimiento de las normas de tráfico. Allá por la década de los años setenta, una simple curiosidad fue noticia: sobre la siempre convulsa M-30, apareció un ramo de claveles. A nadie se le había perdido, ni en el lugar lo había depositado cualquier nostálgico que había visto morir al popular Arroyo del Abroñigal bajo el asfalto de la nueva autovía de circunvalación; era, simplemente, el recuerdo a un ciclista que había muerto atropellado en ese punto.

Desde entonces ha proliferado el señalamiento con flores de los lugares donde se producen accidentes mortales, ya sea en las cunetas de la carreteras, sobre el asfalto urbano o abrazados a una farola que fue destino fatal. Y a poco que se observe, últimamente son muchos los ramos, o las flores sueltas, que se depositan en las vías urbanas, lo que quizá se corresponde con una mayor incidencia de accidentes de circulación con resultado fatal. Si con menos coches circulando por las calles de Madrid no disminuye el número de siniestros, es que algo grave está ocurriendo, pese a que las normas, las sanciones y los controles sobre las infracciones de tráfico cada vez son más severos. ¿Estamos avanzando en imprudencia?