Economía

Escuche bien, profesor Stiglitz

La Razón
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Hoy, a las 19:00 horas –como decía don Miguel de Unamuno, «a las siete de la tarde la das o te la dan»–, hay una conferencia, al alimón, del ex comisario español de la UE Joaquín Almunia y de Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía 2001. Será en el magnífico escenario de la Fundación Rafael del Pino, en Madrid.

Por razones técnicas, el firmante de este artículo no podrá asistir a ese encuentro. Pero no quiero dejar pasar la ocasión de hacer un comentario, con el debido respeto, pero con toda franqueza, al profesor Stiglitz, quien creo que ha cometido un serio error de apreciación con su reciente libro «El euro. Cómo la moneda común amenaza el futuro de Europa», que en versión española ha publicado el pasado mes de septiembre la editorial Taurus.

Ese error, a mi juicio, consiste en que Stiglitz no se ha percatado suficientemente de que, al fin y al cabo, y análogamente a lo que sucedió con el dólar en la «Hamilton Coinage Act» en 1792, en 1998 nació el euro con la aspiración de ser moneda única de Europa, que ya es desde hace largo tiempo una unión económica de una población de casi 200 millones mayor que EE UU, y con un PIB muy parecido.

Alexander Hamilton, primer tesorero de EE UU, configuró el dólar único, cuando se cotizaban de manera distinta las monedas de los 13 diferentes Estados de la Unión. Y para ello se basó en el real de a ocho español, «Spanish Milled Dollar», que circuló ampliamente en EE UU hasta 1853, prácticamente cincuenta años más que en la propia España.

En términos parecidos a los de Hamilton, los europeos se dieron en 1998 una moneda única común; por aquello tan sencillo, casi un aforismo, de que «una unión económica necesita una unión monetaria». El 2 de mayo de 1998 –estuve presente como observador en el Parlamento Europeo cuando se tomó esa decisión–, se fijó el cambio irrevocable de once monedas nacionales, para el 31 de diciembre de ese mismo año nacer el euro y el propio Banco Central Europeo.

El dólar de Hamilton se convirtió en auténtico papel moneda, con el surgimiento del «greenback», durante la Guerra de Secesión. Y en 1911, por inspiración del banquero J.P. Morgan, el presidente Wilson creó el Sistema de la Reserva Federal: verdadero banco central de EE UU, que se vería muy reforzado por Franklin D. Roosevelt en toda la vorágine de la Gran Depresión, en 1933.

Aquí, en Europa, en 1998, surgieron simultáneamente la moneda común el Banco Central Europeo con todo su Eurosistema, y en 2002 se hizo la primera emisión de papel moneda en euros; para once países, que hoy ya han pasado a ser diecinueve.

Profesor Stiglitz, con todo el afecto que le tenemos, repase la historia monetaria de su propio país, y verá que en Europa se está casi repitiendo la misma historia de EE UU, pero en un tiempo más breve. Y aprecie que el euro ya es, pretendidamente, para siempre...

No haga como el profesor Milton Friedman, que antes de morirse, en 2006, se dignó predecir la muerte de nuestra moneda común europea para el ya periclitado año 2010.

*De la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas