José Antonio Álvarez Gundín

España, mañana...

España, mañana, no será republicana mientras los republicanos sólo sean de extrema izquierda. El monopolio del viejo ideal por quienes se inspiran en el modelo castrista o chavista es el antídoto más fuerte de todos cuantos puedan proteger a la Corona del sarpullido nostálgico que exige la celebración de un referéndum. Uno de los éxitos más duraderos de Don Juan Carlos fue haber abducido al republicanismo moderado y transversal bajo la gaseosa denominación de «juancarlismo», de modo que la poderosa corriente intelectual que lo nutría se ha disuelto por inanición. Basta comparar al escuálido elenco intelectual que hoy milita en la causa con los grandes talentos de los años 30 para constatar la pavorosa mediocridad en la que ha caído la inteligencia republicana.

Reducida, pues, la República a la «manifa» de fin de semana y a festonear la estética okupa, la bandera tricolor ha pasado a formar parte del atrezo pintoresco de los radicales junto a la hoz y el martillo, el Che Guevara y el pañuelo palestino. No parece que sea inminente la caída de la Monarquía debida a la presión popular. El Centro de Investigaciones Sociológicas ha tenido a bien recordar esta semana que para el 99,8% de los españoles la Corona no es un problema ni una preocupación. El CIS viene a certificar empíricamente lo que salta a la vista en la calle desde hace cuarenta años: que la disyuntiva Monarquía o República murió con el siglo pasado y que a los ciudadanos no les preocupa lo más mínimo la forma qué adquiera la Jefatura del Estado, sino que sea util, austera y ejemplar. La verdadera elección es entre democracia o tiranía, entre libertad y dictadura, entre Sol y Tiennamen, entre Obama y Fidel Castro, entre el Rey Juan Carlos y Hugo Chávez o entre Isabel de Inglaterra y Rouhaní de Irán. Lo sustancial es que el Estado y su Gobierno preserven los derechos del ciudadano, defiendan las libertades y garanticen unos niveles justos de bienestar. Que la guinda institucional lleve corona o gorro frigio es intrascendente, mero accesorio. Entre los 15 países más prósperos del mundo hay ocho monarquías parlamentarias. La España con la que soñaban los viejos republicanos exiliados no era la del 31, sino la democrática de ahora, que además es Reino. De todos modos, si los promotores del referéndum persisten en el empeño, les ofrezco desinteresadamente la pregunta que convendría hacer: ¿a quién elige como jefe del Estado, al Príncipe Felipe o a uno de los tres ex presidentes de Gobierno: González, Aznar o Zapatero? Se admiten apuestas sobre el ganador.