Enrique López

España vertebrada

Resulta sorprendente pensar que algo tan importante en el país más poderoso del mundo, Estados Unidos, –el Día de Acción de Gracias–, hubiese sido celebrado en primer lugar por españoles. El lugar donde se llevó a cabo el primer día de Acción de Gracias en los Estados Unidos, es un objeto de debate constante, no obstante lo cual algunos expertos entienden que la primera celebración fue llevada a cabo por los españoles el 8 de septiembre de 1565, en lo que hoy es Saint Augustine, en la Florida. Esto que resulta una mera anécdota, nos debiera hacer pensar sobre la importancia que tiene la historia en la conformación de un país, un gran país como es España. Negar la historia de una unidad común como es España, no es un sólo un error histórico. Sánchez Albornoz cuenta entre sus grandes obras con una titulada «España, un gran enigma», en la cual nos relata de una forma magistral nuestra historia, determinando como momento relevante el inicio de la reconquista, resumida en una frase: «Asturias ha creado, en la Península, un foco civilizador integrado en el conjunto de la cultura europea, occidental, estrechamente vinculado desde tiempos de Alfonso II al mundo carolingio, pero con varias características diferenciales, que nacen de su condición de frontera contra el Islam». Resulta también paradigmática la cita con la que comienza Ortega y Gasset el prólogo de su obra «España invertebrada»: «España, España, España, dos mil años de historia no acabaron de hacerte...». Qué frase tan evocadora, tan realista y a la vez tan vaticinadora. Pero no podemos olvidar que al final un país lo forjan sus gentes, y hoy por hoy y esperemos que durante mucho tiempo, sus sentimientos se encauzan en Constituciones, como es la nuestra de 1978. Muchos proponen, con más o menos criterio, su reforma, y se apuntan muchas direcciones, por un lado convertir a España en un Estado más racional, con menos comunidades autónomas, o con comunidades autónomas con menos competencias y mejor compartimentadas, y por otro lado se proponen reformas que hagan avanzar a nuestra Carta Magna hacia un Estado Federal, más o menos simétrico, en palabras de algún constitucionalista que luego hicieron suyas determinados políticos. Todos estos proponentes tienen algo en común, supeditan la solución de nuestros problemas a una reforma constitucional, pero la cuestión es que cuando se proponen líneas tan dispares, es que no es tan fácil la solución. Resulta obvio que cualquier solución debe pasar por un nuevo consenso constituyente como el que forjó la propia Constitución de 1978, y esto hoy por hoy no se antoja tan fácil, habida cuenta la disparidad de proposiciones. Ahora bien, la cuestión es si es necesaria o no esta reforma, si realmente una reforma tendría la naturaleza taumatúrgica que tuvo la propia Constitución en su momento. Lo que realmente creo, es que en muchas de estas propuestas no hay una real voluntad de buscar este consenso, sino que son propuestas , muy legítimas, pero que distan mucho de buscar el espíritu que forjó nuestra actual ley de leyes. La cuestión real no es hacia dónde se quiere avanzar, sino y si realmente se quiere hacer de forma conjunta y sobre todo solidaria. La importancia de nuestra Constitución no está sólo en su texto, ni en sus soluciones, sino en el espíritu que la inspiró, y que la ha acompañado hasta este momento. Este espíritu de concordia y entendimiento por sí mismo, si se mantiene, es suficiente para hacer avanzar el Estado y a España hacia un futuro prometedor; los nombres y los conceptos politológicos, no son más que eso, palabras. El artículo 2 de la Carta Magna es suficiente en sí mismo para mantener este rumbo. «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas»; en su momento se inventó el concepto de nacionalidad como algo más que una región y menos que una nación, y sirvió, para generar un consenso básico entre todas las fuerzas políticas, y a su vez un enorme refrendo popular. Nuestra Constitución aporta una idea de sujeto constituyente caracterizado por su homogeneidad e indivisibilidad, a la vez que se constituye en vínculo político que canaliza la lealtad ciudadana y el patriotismo. Si releemos los debates constituyentes, se puede decir que la Constitución asume la idea de España como una estructura propia y diferenciada de convivencia, fruto de una historia común, y en la que en su conformación ha jugado un papel decisivo el factor político, y sobre todo el ansia de convivir juntos. Esto nos hace muy diferentes del resto de europeos. Europa es nuestro futuro, pero no el refugio en el que algunos quieren colocar sus ansias políticas, Europa no es un burladero.