Elecciones en Francia
Están locos estos galos
Si en unos meses la noticia es el triunfo de «la niña Lepen», habrá que dejar la politología a un lado y ocuparse de la delirante campaña que estamos viviendo. Las elecciones en Francia y en cualquier democracia se ganan por derrota del adversario. La lógica de supervivencia del sistema pasaría por un abanico de personas e ideas lo suficientemente nutrido como para espantar ese tábano de la ultraderecha. Pues no. La Francia del surrealismo cutre lo que ha desplegado es una panoplia de indecencias, miserias y trapos llenos de lamparones que dejan esa pose tan ordinaria que impide cerrar la boca. Lo del «inmaculado» Fillon pidiendo perdón por tener a la señora y los muchachos en la mamandurria sería motivo suficiente para que hubiera cogido las de Villadiego. De eso nada, ahí se queda amarrado a su Penélope, que llegó a cobrar dos indemnizaciones por despido mientras seguía en ese puesto fantasma de a 900.000 euros. El candidato de la derecha se desmocha por las encuestas y el que perdió, Sarkozy, anda pendiente de juicio por financiación ilegal de su campaña. Carla sigue con sus canciones. La derecha se ha convertido en carne de chiste. Pero aún hay más, el hombre sin partido, la esperanza de ojos claros, Macron, ha quedado en carne de chisme. Las tropas rusas emboscadas en la red han puesto en circulación que tenía una relación homosexual con el presidente de Radio France. Ha tenido que hacer un desmentido de esos con sonrisa y acordándose de su esposa, Brigitte, su profesora del instituto, 24 años de distancia. Ha confesado que ese rumor es desagradable para ella (sonrisa) que «se pregunta cómo me las arreglo físicamente». Si faltaba algún perejil, también «Julian Wikileaks», ese Jano «peliblanco», ha dicho a los rusos que en los correos de Clinton se dispone de informaciones sobre Macron, que podrían «incendiar» la campaña. Con el fango en el gaznate, el sistema se enfrenta a la revuelta, otra más, en la «Banlieu» por la violación a un joven por parte de 4 policías. Uno desgarró con su porra y los otros tres insultaban, escupían y apaleaban. El espejo francés se ha roto hace tiempo. Esos cristales sobre el suelo del modelo al que miraron los constructores del 78 pueden rebanar todavía la esperanza y las venas calcificadas de la Unión Europea. Francia es un síntoma y puede escribir su mayo más doloroso en este 2017, porque bajo los adoquines están las cabezas abiertas en canal.
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