Abel Hernández
Esto es un lío
Rajoy quiere consenso en torno a la legislación sobre el aborto. Dice que ahora no lo hay. Los detractores dentro de su partido replican: tampoco lo había antes, con la «ley Zapatero», y ahí sigue vigente. Pero ¡qué más da! Él no quiere que ocurra lo mismo con la «ley Gallardón». Los socialistas la derogarían nada más llegar al poder. Y seguiría el lío. Cubriéndose las espaldas, el argumento de Rajoy, para meter la «ley Gallardón» en el cajón, como le habían pedido Pedro Sánchez y «El País» –que van a una últimamente, hasta casi confundirse– es que bastantes líos tiene ya, como para añadir uno más. El joven dirigente socialista le había solicitado este detalle para poder apoyarle de lleno en el lío de Cataluña sin que sus bases se soliviantaran. ¿Qué menos podía hacer él para salir del atolladero? O sea, un trato justo: yo te doy, tú me das. Además, se lo habían pedido hace tiempo Arriola y la mujer del asesor, con las encuestas en la mano, si quería recuperar el centro perdido, teniendo en cuenta que las elecciones están a la vuelta de la esquina. Y con las cosas de comer, pocas bromas. Eso le dicen los que ven en provincias su puesto en tenguerengue. ¿El cabreo de una parte sensible de la derecha –a la que todavía le interesa la ética–, el compromiso electoral y la decepción de la Iglesia? Arriola le ha asegurado que cuando llegue la hora de votar, volverán a dar su voto al partido de la gaviota, aunque sea a regañadientes. ¿A quién, si no, iban a votar?, argumenta el asesor áulico.
Pero lo verdaderamente decisivo es que este endemoniado asunto está en manos, ¡desde hace cuatro años!, del Tribunal Constitucional, que es al que le corresponde dictaminar para salir del lío de una vez. La pregunta a la que deben responder es muy simple: ¿es acorde con la Constitución la ley de plazos vigente? Esto, unos sabios constitucionalistas como ellos, lo podrían resolver en una tarde de trabajo. ¿A qué esperan? Hasta ahora el pretexto que ponían es que mientras hubiera un nuevo proyecto de ley sobre la mesa del Consejo de Ministros, ellos preferían dar largas y esperar. Ya han esperado demasiado, en un asunto literalmente de vida o muerte, como para que muchos ciudadanos piensen que estos señores no se ganan el sustancioso sueldo que perciben. Ahora ya no tienen excusa. Rajoy, para evitar líos, ha retirado el proyecto de ley. Tiene gracia la cosa. Ahora dicen que, ante un asunto tan controvertido en la calle, tampoco hay consenso entre ellos, diga lo que diga la Constitución y sus propios dictámenes anteriores. Dando largas al asunto evitarán, no sé cómo, que aumente el desprestigio y empeore aún más la imagen del Tribunal Constitucional, si es que esto fuera posible. Así que la única manera que tiene Mariano Rajoy de salir mal que bien del monumental lío en que se ha metido es que los sesudos e inoperantes miembros del Tribunal Constitucional hagan un esfuerzo y le saquen cuanto antes las castañas del fuego, aunque sea sin consenso y con los votos particulares y politizados que haga falta. No conviene asustarse. La política, como las relaciones humanas, es el arte de los líos.
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