Lucas Haurie

Eternamente Bambi

La Razón
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Así hablaba ‘Susanustra’ ayer mismo sobre Zapatero: «No fue una improvisación ni un producto de marketing, sino que era una persona preparada, solvente, con una sólida formación, con una amplia y rica experiencia». ¡La madre que me parió! Bien pudo tratarse de una broma de su escribidor de discursos, que es un cachondo, o un autoguiño a su biografía, muy parecida a la del ex presidente del Gobierno en el sentido de que pasó una década en la facultad de Derecho, no conoce un destino profesional distinto a la política, blasona de hondas lecturas como novelas de kiosco o revistas del corazón y sanciona su condición de «ciudadana del mundo y convencida europeísta» con un férreo dominio del inglés siempre, eso sí, que el vocabulario empleado en la conversación no exceda de la media docena de palabras. Cuando, arrobado en el lecho matrimonial del Palacio de La Moncloa, le dijo a Sonsoles aquello de que «hay millones de españoles que podrían estar en mi puesto», no sabía hasta qué índices de literalidad lo iban a interpretar sus émulos. Ríanse de los menonitas y su exégesis textual de la Biblia. Pues en eso, en la glorificación de los cualquieras, están Díaz y Sánchez, un secretario general que confunde la modernidad con restarle las vocales a su apellido y cuya fórmula para acabar con la corrupción es «preveyéndola», en revelador ejemplo de hasta dónde es necesario el refuerzo de las Humanidades en los planes de estudio. Y sobre el problema catalán, dejó ZP una perla cultivada: que sea nación en su estatuto pero nacionalidad en la Constitución, una genial vuelta de tuerca a la reflexión del White Rabbit de Lewis Carroll sobre el nombre de la cosas... y que cada cual se llame como le venga en gana.