Luis Alejandre

Europa en Siria

Cuando no puedo prever lo que se puede estar decidiendo en Washington, Moscú o Nueva York, o preparando operaciones aeronavales sobre el Mediterráneo oriental, escribo estas reflexiones. Siria es hoy un problema para Europa y para la comunidad internacional, pero es también un pasado histórico mal cimentado, del que es difícil huir. También es futuro incierto que estimula a voraces y especuladores. Hoy las conciencias de los ciudadanos europeos están sacudidas por imágenes y noticias especialmente denunciadas por Médicos sin Fronteras, referidas al ataque con gases a una indefensa población civil. No olvidemos que la conocida ONG fue fundada por Bernard Kouchner, uno de los padres de la doctrina de «injerencia humanitaria», la que preconizaba legitimar una intervención en un país, cuando sus gobernantes fuesen incapaces de evitar el dolor y sufrimiento de su población. Mitterrand apoyó esta doctrina que envolvió en la genuina «grandeur» francesa. Por esto al presidente Hollande no le viene mal el momento, se olvida de promesas electorales y se aprovecha de una bien coordinada diplomacia que no salió demasiado malparada en Libia ,pero que se apuntó un claro éxito en Mali.

El «premier» Cameron no ha conseguido el voto mayoritario de su Cámara de los Comunes y, aunque aun sea posible una reconsideración, el golpe de efecto ya está dado. Deja de ser por primera vez el vasallo fiel y leal de Washington, cuando imagino que ya todos ustedes comprenden adónde se dirigía la Royal Navy cuando recientemente hizo escala en Gibraltar y Rota.

Angela Merkel, aunque haya proporcionado la presidenta de la Comisión de Expertos e incluso el avión que los desplazó hasta Beirut, hoy no sabe, no contesta, centrada en las elecciones del próximo día 22. Pocos peones más puede poner Europa sobre el tablero. Italia, España, Portugal y Grecia podrán aportar sus bases y poco mas. Están más empeñados en hacer caja vendiendo patrimonio aunque sea histórico, simplemente para pagar deudas y nóminas, antes que comprometerse en abrir nuevos frentes de guerra. ¿Qué le pasa entonces a Europa? Que solo mira al otro lado del Atlántico, sin atreverse siquiera a considerar sus responsabilidades del pasado. Porque Siria es un claro producto de las dos Guerras Mundiales.

La Primera trajo consigo el desmantelamiento del Imperio Otomano y prácticamente todo el Oriente Medio quedó bajo el protectorado de Londres y París. Siria es el resultado de aquellas tensiones, al igual que Líbano, Irak, Kuwait y el propio Israel. Basta ver las artificiales y rectilíneas fronteras entre varios de estos países, trazadas en cancillerías europeas ajenas a etnias, credos, lenguas y costumbres de sus habitantes.

En 1915 cuando Alemania y Turquía amenazaban Egipto y todo el Medio Oriente, Inglaterra consiguió la alianza de los sirios con la promesa de concederles la independencia. En 1916, no obstante, el territorio fue declarado Protectorado francés hasta 1932. Cuatro años más tarde –periodo entreguerras– Francia se comprometía otra vez a concederles la independencia en 1939, a la vez que cedía a Turquía la región de Hatay con la importante ciudad de Antioquía, lo que provocó no pocos disturbios.

El estallido de la Segunda Guerra precipitó los acontecimientos. En 1941 Siria proclamaba su independencia como República. Tres años más tarde ingresaba en la Liga Arabe y en 1945 en Naciones Unidas .En 1946 se retiraban del país las fuerzas francesas e inglesas. Las promesas europeas se habían demorado nada menos que treinta años. Pero Siria comenzaba otra difícil andadura. Porque tras su independencia, las Naciones Unidas también aprobaban la partición de Palestina en dos estados y en 1948 la independencia de Israel. De ahí vino la primera guerra árabe-israelí y la consiguiente enemistad entre Siria e Israel. En una segunda –la de los Seis Días de 1967–, Israel ocupó parte del territorio sirio, los Altos del Golán, zona fronteriza de alto valor estratégico. En la tercera confrontación –Yom Kippur–, Siria volvió a enfrentarse a Israel sin conseguir recuperar los Altos.

En resumen, Europa, por mucha política de seguridad diseñada, por muchas cumbres y declaraciones y por muchas banderas aireadas al viento, no es hoy mas que la suma deslavazada de sus 27 diferentes miembros. Cada uno mira antes a sus intereses que a los intereses globales y si algunos se coaligan con el hermano norteamericano, lo harán pensando en el petróleo que llega por los oleoductos de Homs y Kirkut a los mediterráneos puertos sirios de Latakia y Baniyas, o en los posibles beneficios de una reconstrucción de infraestructuras dañadas seriamente por la guerra civil.

¿A quien beneficia el crimen de los 1500 gaseados?. Es triste. Pero quizás la respuesta la encontremos en los resultados de ciertos valores en bolsa o en positivos balances de empresas multinacionales. El hombre sigue siendo el lobo de Hobbes.

Mientras, en Europa, iniciamos los telediarios con las noticias de Washington.