Martín Prieto
Europa y la progresía
Acabará siendo obligatorio en las naciones el examen parlamentario de los aspirantes a cargos públicos, pero el tercer grado aplicado por los eurodiputados a Arias Cañete ha sido un artificio de progresía militante experta en las artes de destrucción de imagen. Se les puede conceder a los inquisidores que Cañete posee un lejanísimo aire a Enrique VIII, inspirador del mito de Barba Azul, pero eso no avala una presunta tendencia a decapitar a las mujeres. El sabio proverbio persa reza que «no hieras a una mujer ni con el pétalo de una rosa», y el poeta y diplomático mexicano Amado Nervo añadió «y ni siquiera con el pensamiento» tras haber llorado su viudedad en «La amada inmóvil». En exhaustivas campañas electorales es habitual que los candidatos se metan en jardines y deconstruyan las oraciones verbales. Etiquetar a Cañete de machista, siempre rodeado de mujeres, es como dudar de su apetito. Pero las añoradas sufraguistas han degenerado en «Femme» y más vale enseñar un seno que conectar dos neuronas. Lo que el feminismo radical calló de Strauss-Kahn se lo quieren aplicar a nuestro candidato a la Comisión. De sus intereses bursátiles se le quiere hacer aparecer como pariente directo de la familia Bush o accionista determinante de la «Standard Oil Co.». Cañete es rico (también abogado del Estado y muy cualificado funcionario) por casa y matrimonio, y poseía unas acciones en dos gasolineras navales en Ceuta y Canarias. Surtidores flotantes que ahorran tiempo a los mercantes y evitan el peaje del puerto. Tener eso como relación con la industria petrolífera es como asociar su afición a los coches con la propiedad de la «Ford». Resulta melancólico que con argumentación de telenovela el PSOE prefiera prescindir de un español en la Comisión Europea.
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