Nueva York

¡Felices Navidades!

¡Tengamos la fiesta en paz!, reza uno de nuestros proverbios-consejos. Pues sea así por una semana, sin criticar ni a unos ni a otros. Entramos en plena Navidad y estas fechas también tienen sus músicas. Por las calles escucharán, aunque sea con menos intensidad que antaño, zambombas, almireces, panderetas, sonajas... acompañando alegrías, algunas borracheras y quizá más tristezas de las deseadas. Son días de reencuentros, supuestamente anhelados y mucho más frecuentemente obligados. También de añoranzas, de recuerdos, de echar en falta a aquellos con los que un día se compatieron brindis con champagne, cava o sidra. Fechas de armonías que acaban en disonancias en más de una ocasión. Las cenas de Nochebuena o los almuerzos de Navidad deparan situaciones y conversaciones que se hubiera buscado evitar, pero que los efluvios del alcohol acaban sacando a la luz. Días en que los perjudicados por guerras o crisis lo pasan muy mal...

Todas estas circunstancias quedan reflejadas en las músicas y letras compuestas para estas fechas a lo largo de los siglos. Los villancicos pueden tener mucho de fiesta –ahí están todos aquellos del tipo «Campanas sobre campanas», «Joy to the World», etc.– o mucho de nostalgia –«La Virgen lava pañales»–, o incluso llamamientos a la paz como el célebre «Stille Nacht». Quienes no tengan miedo a toda esta mezcla de sensaciones y sentimientos, encontrarán amplio material discográfico con el que disfrutar y del que les voy a seleccionar algunos ejemplos.

Leontyne Price tiene un precioso disco, maravillosamente acompañado por Herbert von Karajan, con muchas de las melodías más populares. También Marylin Horne, en este caso con el coro Mormon Tabernacle. La relación es extensísima: Renata Tebaldi, Joan Sutherland, Kathleen Battle, Roberto Alagna, etc. Todos los citados se decantan por lo popular y, en caso de que no deseen concentrarse en una sola figura, sus nombres se incluyen en múltiples recopilaciones. Pero hay quienes, como Elisabeth Schwarzkopf, aportan más refinamiento y quienes, como muy especialmente Dietrich Fischer-Dieskau, aportan sofisticación. A ellos no les hallarán en aquellas recopilaciones. Y también hay a quienes se echa de menos en este género, más con voces especialmente adecuadas a este tipo de música. Es el caso de Montserrat Caballé, que apenas grabó un par de villancicos.

Ahora bien, si tuviera que recomendarles un solo disco, no tendría duda. Ese sería «The Joy of Christmas», con el citado Mormon Tabernacle, la Filarmónica de Nueva York y nada menos que Leonard Bernstein a la batuta. Una auténtica maravilla, también por la inteligente selección de temas, que aúna lo popular con lo clásico e incluso realiza un viaje panorámico por las melodías navideñas de diversos países.

Y para quienes los villancicos les parezcan una vulgaridad, siempre queda esa joya que es el «Oratorio de Navidad» de J. S. Bach. Se programa este año en bastantes ciudades españolas y, si no lo pueden disfrutar en vivo, ahí queda la hoy trasnochada, para algunos puristas, pero formidable grabación de Karl Richter. ¡Felices fiestas!