Vacaciones

¿Felicidad?

La Razón
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Me voy de vacaciones, aunque desgraciadamente Vds no lo van a notar. Más de uno diría: «A ver si esta petarda se pilla quince días y nos deja tranquilos», pero quiero anunciarles que este año, aunque esté de asueto, seguiré perpetrando. Lo que quiero decir es que este periódico, y en concreto sus lectores, podrían adivinar una canícula de ensueño sin mis tontunas, lo que pasa es que en verano soy martillo pilón. Yo en verano es que me aburro, y eso que me hago sanos propósitos. Me voy de vacaciones a practicar varios deportes náuticos y todos mal, así que con un poco de suerte, la casco. Yo, en el mar, hago de boya, para ser exactos. Es decir, que si no me trago parte del Atlántico y se lo achacan al cambio climático, o me cubren las aguas creyendo que soy una ballena nodriza, volveré, que es la peor noticia, ya lo sé, que podría darles. Yo corro por la playa y soy una morsa. Nado y soy un perrete. Tomo el sol y me sale bigote. Buceo y soy incapaz de mover el cuerpo, así que en una de estas aparezco en Madagascar. He estado pensando en estirar la pata en una de éstas, más que nada porque me gustaría que se publicara un titular en este santo periódico: «La más absurda de las columnistas de LA RAZÓN muere practicando moto de agua». No me digan. Anda que no mola. Y Vds imaginándome con trajecito de neopreno y yo gorda como un sollo. Antes, cuando era más joven, en verano, jugaba al tenis. A las tres de la tarde. Ya. No es bueno jugar a esa hora, pero a mí por la mañana me puede el buffet, y por la tarde la siesta y la caña de la comida me da sueño. Así que antes, a lo bestia, jugaba al tenis durante la hora del almuerzo y así no acumulaba peso y sudaba como un animal. Mi tenis es un poco como el de Mari Sampere, o lo que es lo mismo, está entre el sartenazo y la colleja olímpica. Caso aparte son los mosquitos, a cuya picadura soy alérgica, de tal manera que se me ponen las piernas como a una estigmatizada, como si se me hubiera aparecido la Virgen. Ay, el verano, qué bonico.