Julián Redondo

Fuego

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Algo sucede al otro lado de la red. Moyà, que en su día dio calabazas al capitán Santana en el equipo de Copa Davis, ha sufrido en sus carnes el desdén de los tenistas de la escala intermedia, con quienes sobraba y bastaba para haber salido airosos de la eliminatoria en Brasil y mantenerse en el Grupo Mundial. Nadal, cuya presencia en otras ediciones la marcó el calendario, a Sao Paulo no fue porque tenía una muñeca lesionada. Ferrer rogó que le excusaran porque estaba más seco que la mojama y quería entrar en el Torneo de Maestros, y no se ha clasificado. Feliciano (número 20 de la ATP en septiembre), Robredo (22), García-López (30), Verdasco (34), Carreño (74) y Ramos (75) declinaron la «invitación». Los protagonistas de la desbandada estaban mejor clasificados en el ranking que Thomaz Bellucci, el número 1 local. Tal vez Robredo pasó factura porque en el duelo con Ucrania, con Corretja en la capitanía, no disputó ni un punto. Moyà no pudo convencer a ninguno, ni siquiera a Albert Ramos cuando se lesionaron Andújar y Granollers. La Federación acusó el golpe, no sólo por el perjuicio económico –jugar en segunda implica menos patrocinadores–, y procedió a nombrar capitana a Gala León, la directora deportiva. Y se armó el Belén. Los desbandados esgrimieron que tenían que haber opinado. Gala no cedió un milímetro y tiene la sartén por el mango. En julio hay que empezar la reconquista en Rusia. La Internacional dota a esas eliminatorias de un atractivo extra: podrán obtener plaza para Río’2016 los tenistas que hayan jugado tres en los últimos cuatro años (de 2012 a 2016) y una vez entre 2015 y 2016. Son cuatro plazas. Ahora hay que determinar, como en Doña Francisquita, si por el humo se sabe dónde está el fuego. Las señales provienen de la Federación: o aclara la deserción o margina «sine die» a los desertores.