Ángela Vallvey

Fundamento

Una institución es «cada una de las organizaciones fundamentales de un Estado, nación o sociedad». Vivimos un momento en el que muchos creen que las instituciones españolas (partidos políticos, sistema bancario, Monarquía...) han fallado tanto que «deberían ser barridos del mapa». Pero esa limpieza que se reclama con razón, a veces tiene tintes nihilistas, casi suicidas, mucho menos razonables. Yo me pregunto: ¿son las instituciones las que han fracasado, o han sido las personas que las componen quienes no han estado a la altura? No creo que sea práctico que confundamos instituciones y personas pues, de hacerlo, ello nos llevaría a concluir de manera terrible que tenemos un Estado fallido, lo que no sería nada bueno, ni para nuestro presente ni para el futuro que merecemos. Decía Edmund Burke que quienes poseen un «espíritu intemperante nunca pueden llegar a ser libres; de sus pasiones están hechos sus grilletes», y puede que sea verdad. El españolito medio asiste boquiabierto a la sucesión de escándalos que llueve sobre la actualidad del país, y le «arde la sangre». Porque en España somos mucho de tener «la sangre ardiendo», somos de combustión interna, y hay que decir que últimamente no faltan argumentos para la inflamación. Por eso algunos se sienten al borde de la deflagración, de pegar el reventón. Sin embargo, buscando la necesaria regeneración, no podemos caer en la tentación de cometer un acto de vandalismo sobre los pilares que aún nos sostienen en pie. Siempre es preferible construir, y reconstruir, que demoler lo poco que quede. Los partidos políticos son instituciones del Estado, y como todo lo que es manejado por los seres humanos –incluida la tecnología, la monarquía y el sistema bancario– no son buenos ni malos intrínsecamente, sino que dependen del uso que les dan quienes los manejan y administran.