Estados Unidos
Gil en la Casa Blanca
La posibilidad de que Donald Trump se convierta en el próximo presidente de Estados Unidos ha dejado de ser una quimera para convertirse en una posibilidad real. Las alarmas han saltado no solo en algunos sectores norteamericanos, también en el resto del mundo, ante los últimos sondeos conocidos.
En una conversación, ayer, acerca de las elecciones en Estados Unidos con un amigo que reside junto a su familia en California ante la pregunta de ¿qué ven los americanos en el Señor. Trump? cuando los demás percibimos a un radical insolvente, la respuesta fue demoledora: «Es como Jesús Gil en Marbella».
Pero el avance del republicano en los sondeos no se debe sólo al populismo y al triunfo de la antipolítica. También han contribuido, en gran medida, los errores cometidos por sus adversarios. Primero, los poderes fácticos del Partido Republicano, que le menospreciaron e infravaloraron y ahora, los demócratas con una retahíla de torpezas imperdonables y, alguna inmoral.
Frente a quien actúa de acuerdo a la máxima de que el fin justifica los medios, se sitúa la verdad inmovible de que los medios terminan contaminando el fin y siempre tiene consecuencias. Un ejemplo ilustrativo es la campaña de desprestigio en las primarias demócratas de EEUU, que se ha conocido a partir de los mails desvelados, contra el senador Bernie Sanders.
Los ataques por sus creencias religiosas, comprar periodistas y fortalecer a sus oponentes, estarían entre los métodos utilizados para perjudicarle. Se han conocido casi 20.000 correos en los que la dirección del Partido Demócrata elabora toda una estrategia de acoso y derribo de la imagen del oponente a la Señora. Hillary Clinton. Desde el cuestionamiento de su fe, hasta burlarse del candidato, pasando por instalar la idea de que su campaña constituye un auténtico fracaso.
Los aparatos de los partidos tienen una gran influencia a la hora de establecer ideas y estados de opinión en la sociedad, pero esta capacidad se transforma en determinante cuando afecta a cuestiones internas de la organización.
No hay método más eficaz para que se considere insolvente a un dirigente político que el hecho de que su propio partido transmita que lo es. Sin embargo, estas actitudes arbitrarias y motivadas por luchas de poder e intereses cortoplacistas, tienen consecuencias muy negativas para la organización en su conjunto.
En el caso de los demócratas norteamericanos ha empañado hasta oscurecer las expectativas electorales. El sondeo de YouGov muestra a la Sra. Clinton con una ventaja de 2 puntos frente al Sr. Trump, mientras que el Sr. Sanders tenía una diferencia de 11 puntos ante el republicano.
La ventaja de dos dígitos que Clinton mantuvo en los últimos meses ha desaparecido y con ella, al parecer, los sueños de los demócratas de una victoria transformadora en 2016. La debilidad de la señora Clinton nace en sus propias filas. El 61 por ciento de quienes respaldan a Sanders tienen una opinión desfavorable de ella y el 72% dice que «no es honesta ni digna de confianza».
En medio de este estado de división interna, el escándalo de los mails ha afianzado esta opinión de los partidarios del senador de Vermont.
La historia muestra vuelcos electorales respecto a los sondeos. De esta manera, Jimmy Carter aventajó a Ronald Reagan a principios de 1980, Michael Dukakis tenía una amplia ventaja sobre George HW Bush en 1988; John McCain estuvo por delante de Obama en la carrera electoral de 2008, y varias veces en 2012 Romney tuvo una ventaja sobre Obama.
Si los republicanos moderados no lo remedian y los demócratas siguen suicidándose, llegará a la Casa Blanca alguien que defiende aranceles a la importación y proteccionismo comercial, como un buen mercantilista del siglo XVI, que es partidario de una mayor contundencia militar de los EEUU, que aboga por el uso libre de las armas, que ha prometido acabar con la reforma sanitaria de Obama que ha dignificado la vida de millones de personas, que reducirá el gasto en educación y que abraza posiciones xenófobas.
Sólo parece haberlo entendido el Sr. Sanders, que haciendo de tripas corazón, en un acto de lealtad a su partido, ha dado su apoyo público a quien no ha hecho nada para merecerlo.
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