César Vidal
Golosuyut nogami
Corría el año 1917, hace casi un siglo, cuando, tras tres años de guerra y bajas que se contaban por millones de muertos, los soldados del Ejército ruso comenzaron a abandonar el frente de manera masiva. Estaban hartos de la situación bélica vivida durante años y lo expresaron mediante una acción que Lenin calificó como «golasúyut nogami», es decir, «votan con los pies». El horror se imponía por encima de lo que habrían deseado políticos, financieros o mandos militares y lo más sensato era apartarse de él. He recordado este episodio al conocer que, en el primer semestre del presente año, Cataluña ha perdido un 57,6% de las inversiones extranjeras en comparación con el mismo periodo de 2015. Todo ello además mientras la inversión extranjera productiva en España en ese mismo periodo aumentó un 31,7%. Este desplome histórico y sin precedentes no ha tenido excepciones en ninguna zona del planeta. Europa ha retirado su inversión de Cataluña en un 56%; América del Norte, un 48%; Hispanoamérica, un 92% y Asia, un 49%. En todos y cada uno de los casos, las cifras son verdaderamente alarmantes. Las razones no lo son menos. La inestabilidad política derivada del independentismo; la elevada presión fiscal, aún mayor que en el resto de España; la regulación excesiva y la imposición del catalán son vistas con verdadero horror por unos inversores que desde 2010 han invertido en Cataluña la tercera parte que en Madrid. Ciertamente, el nacionalismo catalán ha beneficiado a receptores de prebendas y comisiones, de tres por cientos y subvenciones, de corrupciones diversas y fortunas fugadas. Sin embargo, fuera de esas castas privilegiadas y clientelas paniaguadas, constituye una inmensa desgracia. Para Cataluña, al ir perdiendo su peso como región hasta convertirse en un territorio cuya deuda pública está varios tramos por debajo del bono basura y de la que huye la inversión extranjera como de la peste. Para el resto de España, porque los sucesivos gobiernos han intentado apaciguarlo mediante la entrega de fondos sin fin. Montoro, por ejemplo, ha puesto en sus manos decenas de miles de millones de euros de los que Hacienda había despojado antes a millones de españoles. De esa manera, la otrora próspera Cataluña recibe mucho más de lo que aporta y se ha convertido en un auténtico parásito para el resto de España. Pese a la propaganda inacabable del nacionalismo, la realidad es imposible de ocultar. Por ello, las empresas extranjeras huyen de Cataluña votando con los pies como los soldados rusos de 1917.
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