Gobierno de España

Grandes diferencias

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Seguramente el acuerdo o la coalición de gobierno entre el PSOE y Podemos no ha sido posible debido a los desencuentros y los graves errores cometidos durante la negociación. Pero en el fondo las razones del desencuentro son más profundas, y transcienden a la falta de confianza entre ambos partidos y sus respectivos dirigentes. La historia y la tradición cultural del PSOE imprimen carácter, al igual que la historia personal y la trayectoria de los dirigentes de la formación morada. Desde el advenimiento de la democracia, el socialismo español ha sido una fuerza reformista con una estrategia de cambios progresivos. El ejemplo más evidente es la propia transición.

Frente a la opción rupturista y radical, el PSOE optó, junto a la UCD de Suárez o el propio PCE, por llevar al país de la legalidad franquista a la legalidad constitucional, estableciendo un sistema de monarquía parlamentaria, que tanta estabilidad ha proporcionado. Los dirigentes de Podemos siempre criticaron ese proceso transicional, renegaron del consenso constitucional y criticaron duramente, especialmente al comienzo de su corta trayectoria política, a los partidos que habían legitimado con su participación aquel proceso. Hay un abismo cultural entre Podemos, una organización rupturista de cultura populista y radical, y un partido socialista que representa a una fuerza reformista de tradición socialdemócrata.

Más allá de sus respectivas historias, también existen grandes diferencias en algunos aspectos clave de las áreas de gobierno a las que aspiraba Podemos. Parece lógico que los negociadores socialistas se negasen en todo momento a que el partido de Iglesias asumiese el Ministerio de Trabajo o el de Transición Energética. En el modelo de relaciones laborales que defiende el PSOE se da un peso importante a la negociación colectiva, al papel del diálogo social y a la necesidad de ir adaptando el mercado de trabajo a la sociedad y la economía del siglo XXI. Iglesias y los suyos pretenden un modelo de relaciones laborales mucho más inflexible que responde a planteamientos del pasado.

Asimismo, nadie puede poner en duda el compromiso del Gobierno del presidente Sánchez con la transición energética, y con la necesidad de apostar decididamente por las energías limpias y renovables en detrimento de los combustibles fósiles y contaminantes. Sin embargo, esa transición, si no se quiere perjudicar gravemente a industrias fundamentales para el país, como la automoción, debe ser progresiva y pactada. Una transición energética en manos de Podemos, podría dar al traste con sectores fundamentales para la economía española. Tampoco existía, parece evidente, una amplia coincidencia entre socialistas y morados en materia fiscal o económica.

Además, el planteamiento respecto a las cuestiones de Estado, que se abordan en los respectivos Ministerios de Interior, Exteriores, Defensa o Justicia, es tan diametralmente opuesto entre PSOE y Podemos, que desde el primer momento la fuerza morada renunció a poder encabezar alguno de esos ministerios. Es evidente que la distancia entre ambos partidos es mucho más grande de la que algunos han querido ver.

Por lo tanto, si se trataba de alcanzar un acuerdo de gobierno y mucho más si la fórmula elegida era la coalición, se debería haber empezado por un acuerdo programático que unificase determinadas políticas para toda la legislatura, al tratarse de socios con diferencias mucho más hondas de lo que parecen. De lo contrario, las expectativas creadas de alcanzar un entendimiento, especialmente en el espectro ideológico de la izquierda, producen una gran frustración e indignación.