Alfonso Ussía

Griegos

La señora Merkel ha puesto de ejemplo frente a la crisis a España. Pocos discuten que ahí radica el éxito del Gobierno de Rajoy. Pero los que han triunfado, al menos aparentemente ante la crisis, hemos sido los españoles, y no todos. Cataluña, por ejemplo, está en peor situación que hace tres años y no tiene vocación alguna de enderezar su rumbo. A los españoles nos han obligado a ser las víctimas de la crisis, a responder ante las dificultades, a soportar impuestos y recortes, a asumir el deterioro de nuestra vida diaria y a aportar lo que no tenemos para alcanzar el objetivo de la recuperación y la estabilidad. Pero otros no lo han hecho, y aunque seamos el ejemplo de Europa ante la crisis, al final del túnel, cuando vemos la luz y abandonamos lentamente la oscuridad, llegan los griegos y nos dan por saco. Porque Europa, que tanto exige a sus miembros –aunque a Francia e Italia le sigan poniendo morritos cuando sus economías no encajan con la seriedad–, es infinitamente tolerante, misericordiosa y simpática con los griegos. En un club en el que todos sus socios pagan las cuotas y algunos de sus miembros más que sus obligaciones sociales –España, por ejemplo–, no se puede permitir que uno de los socios siga viviendo de los demás con una chulería nada discrepante, sino reconocida y activa. Porque los griegos no sólo no están pagando su cuota social. Entran en el club, se toman unas copas, se sientan a comer, piden caviar, se beben el manso, y cuando el camarero les lleva la factura se la endosan a los comensales de la mesa contigua, que son casualmente los elogiados españoles.

Se trata de un error de origen. Grecia no cumplía ni uno de los requisitos exigidos para formar parte del Eurogrupo cuando fue admitido como socio. Los griegos han hecho los que les ha dado la gana, y se han reído de todos sus compañeros de club. Pero algo tiene la luz del Mediterráneo que ampara amnistías a los incumplidores. No se atreven con ellos. Aquí en España, los separatistas catalanes están financiando su separación con el dinero que les ingresa el resto de los españoles. Y Rajoy habla de «diálogo». En Europa, Grecia ha sido rescatada en diferentes ocasiones, y de nuevo está en situación de solicitar una nueva ayuda para no sucumbir. Se la darán. Hay que hacerse griego. Ser griego es un chollo. El griego se ha convertido en el permanente gorrón de Europa, a la que tiene enamorada con su labia y su capacidad de seducción luminosa. Algo tiene que ver en todo esto el mar Mediterráneo, que es el de la Cultura, Roma y Grecia, pero también el de los trapicheos, las mercaderías, las estafas y las deslealtades. Los griegos están crecidos porque disfrutan de su inmunidad. Por muy tiesos y aparentemente firmes que se pongan los de Bruselas, llega un griego con siglos en sus alforjas de cultura y sabiduría, y al cabo de unas horas de intensa negociación, los de Bruselas se hacen con la picha un lío y los griegos retornar a Atenas atacados de la risa. Pero ha llegado el momento de ponerse serios con ellos. Y si no se pone Europa, lo haré yo, individualmente, que eso es Europa precisamente, la victoria del individuo sobre la masa, el llamado colectivo, que es más eslavo que atlántico. En Europa, ante una cola en la calle se pregunta su motivo. En Rusia, en los años del comunismo, los rusos veían una cola y sin preguntar se ubicaban en ella y esperaban su turno. Se despachaban naranjas o cepillos de dientes, pero aguardaban durante horas para conseguir el producto. Los griegos se saltan la cola, se llevan lo que se ofrece, lo revenden, no pagan y bailan un «sirtaki» para celebrar la estafa. Estoy de los griegos hasta los dídimos. Si quiero un chulo, lo busco, lo elijo y alcanzo un acuerdo con él. Pero que no me lo impongan.