Iñaki Zaragüeta
Guerra abierta contra el PP
El Consell de Ximo Puig parece especialmente interesado en abrir hostilidades con el PP que en ejecutar una gestión eficaz y, como reza el título de alguna Conselleria, sostenible, es decir, viable. Como si el objetivo se centrara en tener a quien culpar de la no implantación de algunas decisiones, tomadas a sabiendas de su inviabilidad. Lo digo al analizar medidas destinadas al fracaso: la reapertura de TVV para el 9 de octubre, la exclusión de las Diputaciones de los Consejos de los Puertos, la subvención de 200 euros para los libros de texto y, si apuro, hasta la obsesión por la financiación, entre otros.
Y ya se sabe. Las promesas conociendo su imposibilidad se convierten en demagogia y populismo, características de las que el actual Gobierno valenciano va sobrado. La TVV para el 9 de octubre es un ejemplo diáfano de ello, porque saben que sería ilegal desde cualquier perspectiva, porque se trataría de reabrir una misma empresa suplantando los derechos de sus extrabajadores. Para el PSOE, posiblemente para todos los partidos, las prioridades, como los mandamientos de la Ley de Dios, se encierran en dos: amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo, para la Iglesia; conseguir el poder y mantenerlo, para los políticos. Con la diferencia que para éstos no importa o importa poco cómo se consiga. El viejo profesor Tierno Galván lo dejó claro para el socialismo «los programas se hacen para incumplirlos».
Otro, la ayuda de los libros de texto inventada por el conseller Vicente Marzà, coincido con mi amigo Rogelio, para tapar las vergüenzas de su escandaloso pancatalanismo, de rabiosa actualidad en estas fechas e inaceptable si lo comparte con la responsabilidad de la educación y la cultura de nuestra Comunidad con señas de identidad propias. No la proponen para que se sumen las instituciones regidas por el PP sino convencidos de que éstas deben negarse aunque sólo sea por haberles implicado sin consultarles.
Algo parecido sucede con la cruzada por la financiación. Sabemos -así lo ha aceptado el Gobierno central- que es injusta. Pero también sabemos que la injusticia se ha subsanado bastante en la práctica al estar avalado por el Estado el 70 por ciento de la deuda. Y sabemos que el problema no es sólo del Gobierno sino de 14 Comunidades más que se niegan a aceptar las pretensiones de las autonomías maltratadas si es a costa de ellos.
En definitiva, el presidente de la Generalitat no ha empezado bien la legislatura ni va a ser un camino de rosas para él. Y lo sabe. Es plenamente consciente de las circunstancias en las que ha accedido a la poltrona autonómica. Debilidad política que conlleva el correspondiente efecto de la fragilidad. Con los peores resultados electorales de la historia del PSPV (23 diputados) se halla en manos del Compromís-Podemos (19 y 13 escaños) superioridad que se verá aumentada en las próximas generales cuando los dos se presenten unidos, según vaticinan las encuestas. La debilidad irá a más, a la espera o en la confianza de que la fragilidad no dinamite el escenario. Así es la vida.
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