Política

Francisco Marhuenda

Hay que dar ejemplo

Hay que dar ejemplo
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Nunca he entendido que el Parlamento tenga unos periodos vacacionales tan largos como escandalosos. No tiene ningún sentido. Lo normal es que fuera similar a la vida profesional de cualquier ciudadano español. Es decir, una semana en Navidad, otra en Semana Santa y el mes de agosto. Ni más ni menos. No estamos en el siglo XIX donde la vida política tenía otros ritmos. En otros aspectos sí me gustaría recuperar la figura de los oradores que no leían los discursos desde la tribuna. Me gusta el parlamentarismo anglosajón y su sistema electoral, donde los diputados no son meros apéndices de los aparatos de los partidos y no existe el cesarismo presidencialista que se instaló aquí durante la Transición. No son necesarios líderes carismáticos y providencialistas, sino políticos serios y eficaces que gestionen bien los asuntos públicos. La figura del presidente de Estados Unidos está compensada por un balance de poderes exquisito que se refleja tanto en la fuerza de la Cámara de Representantes y el Senado como en la independencia del poder judicial, que goza de un merecido prestigio. La independencia en origen de senadores y congresistas no existe, desgraciadamente, en España, donde el poder del aparato de los partidos es enorme.

Es un acierto que el Congreso trabaje este enero, aunque la excepción debería ser la norma. Lo mismo se puede aplicar al mes de julio. Los españoles exigen medidas ejemplares y contar con una clase política que lo sea en todos los sentidos. Es cierto que una pequeña minoría de corruptos ha empañado el prestigio de una inmensa mayoría que son honrados y trabajadores. La cuestión es que además de serlo tienen que parecerlo. La actividad al servicio del partido no justifica que las Cámaras cierren durante periodos tan largos.

Una vez más, las formas son importantes, pero lo fundamental es que hay que ir al fondo de la cuestión. La opinión pública es muy voluble y conforme la crisis se vaya superando, los políticos recuperarán parte del prestigio perdido, pero ahora es el momento de sentar las bases en la lucha firme y decidida contra la corrupción, así como en los gestos de transparencia que permitan recuperar el terreno perdido. Rajoy es un político honrado, como otros tantos en su partido o en el resto de formaciones políticas, que tiene legitimidad para encabezar este proceso de regeneración como lo ha hecho con las reformas que necesitaba nuestra economía. Es cierto que los tiempos son desfavorables porque estamos a pocos meses de unas elecciones municipales y autonómicas y a menos de un año de las generales. Ni importa.

La recuperación económica es una baza muy poderosa para que Rajoy vuelva a ganar, pero no es suficiente porque durante estos meses tiene que ganarse la confianza de los votantes populares que están enfadados. No es una cuestión únicamente de comunicar mejor, sino también de hacer gestos importantes y profundos que muestren que existe un proyecto ilusionante de futuro.