César Vidal

He leído tu libro

Se cuenta que cuando las tropas de Patton se enfrentaron por primera vez con las del alemán Rommel y se impusieron a ellas, el norteamericano dijo con satisfacción: «Hijo de perra, he leído tu libro». En otras palabras, Patton conocía de sobra la visión táctica del germano y así la había derrotado. Desde los años setenta, experimento exactamente la misma sensación con el nacionalismo catalán. Cualquiera que haya leído a Jordi Pujol con atención sabe que, a la muerte de Franco, era un racista convencido – en especial con los andaluces – y, sobre todo, tenía decidido que podría gobernar con poco más del treinta por ciento de los votos de Cataluña, que aprovecharía esos sufragios para cambiar la región de acuerdo con sus delirios y que para lograrlo crearía un sistema clientelar que iría desde la cría de las palomas –literal– hasta la cúspide. El plan de Pujol se ha ejecutado meticulosamente durante más de tres décadas –dentro de poco el nacionalismo catalán habrá gobernado en Cataluña más tiempo que Franco en España– y, como era de esperar para cualquiera que conservara la cabeza sobre los hombros, ha arruinado la región por la sencilla razón de que es insostenible económicamente. A decir verdad, a mediados de los noventa –quizá antes – el nacionalismo catalán comprendió que no podría perpetuar su red clientelar sin absorber los recursos del resto de España y de ahí nació un nuevo estatuto catalán que convertía a España en un protectorado de sus rapiñas. En otras palabras, para continuar tenía que arruinar a los españoles como había estado haciéndolo con los catalanes. Pero entonces llegó la crisis y no sólo resultó innegable que el costoso sueño de Pujol era imposible de prolongar, sino que también sucedió lo mismo con un sistema autonómico creado para intentar integrar ingenuamente a gente como él y a los terroristas de ETA. El dilema del nacionalismo catalán se ha agudizado dramáticamente porque debe escoger entre derrochar, mantener su clientela y perpetuarse en el poder o desilusionarla y ser desplazado. Como era de esperar, ha escogido lo primero. Hace apenas unas horas sabíamos que, estando en quiebra técnica y pidiendo cada vez más dinero al resto de España, el Gobierno de Mas había decidido gastar 37,2 millones de euros en las federaciones deportivas catalanas. En ese gasto destacan partidas como 51.138 euros para la Federación Catalana de Palomas Deportivas o 41.440 para la de Palomas Mensajeras. El sueño pujolista de inculcar el nacionalismo desde la colombofilia es una realidad, pero el monstruo se ha vuelto insaciable y para evitar que sus dirigentes se sienten en el banquillo intentará incluso ser independiente. Lo sé porque he leído su libro.