Alfonso Ussía

Héroe descorbatado

Es, en apariencia, tan sosegado, profesoral, didáctico y coñazo, que me lo he figurado en los momentos previos a la culminación del amor. Apostaría lo que tengo, que es poco, a que es de los que se dirigen a su pareja con la voz «cariño». – «Y ahora, cariño, es conveniente que procedamos a intercambiar las primeras caricias, con el fin de aumentar la posibilidad del deseo. Hagámoslo con cadencia coordinada, que ninguno de los dos parezca superior al otro, pausadamente, con respeto de izquierdas. Y cuando alcancemos la situación corporal adecuada a nuestras pretensiones, seamos prudentes en las expresiones con la finalidad de no parecernos a los burgueses fascistas que gritan, gimen y gruñen como jabalíes montaraces».

Personaje tan estudiado por sí mismo que comienza a parecerse al original. Esa camisa desabrochada, ese nudo de corbata en el jueves de la camisa, esa coleta cada día que pasa más cuidada y entregada a la higiene personal, esos vaqueros de marca con la tela, en determinados puntos, premeditadamente condenada al desgarro textil... Todo un ceremonial de la estética de la izquierda entregado a la victoria de la comedia.

En el año 2007, ya con la confianza de Chávez y los sufridos «ayatholas» iraníes, le fue concedida, sin duda alguna por sus merecimientos, una jugosa beca financiada por Cajamadrid. Presidía la entidad Miguel Blesa, y entregaba las becas el entonces Príncipe de Asturias, hoy Rey, Felipe VI. Acudió a recibirla con aparente desgana, con lejanía, sin entusiasmo. Una bobada de beca. Quince mil quinientos euros para ampliar conocimientos en la Universidad de Cambridge, no en la Universidad de Caracas, no en la Universidad de Teherán, no en la Universidad de La Habana, sino en la de Cambridge. En la misma que el millonario Rotchild quedó pasmado ante la belleza compacta del césped que rodeaba sus nobles muros.

Tan pasmado, que le preguntó la fórmula a un jardinero que trabajaba en su cuidado. «Muy sencillo, señor. El césped se riega, se corta, se riega, se corta... y así durante seiscientos años».

Lejano y distante, recogió Iglesias los fondos de su beca de manos de Don Felipe. Algunos de sus próximos le afearon su sometimiento a un Príncipe y al sistema bancario. Pero no contaban con la hazaña heroica del protagonista. «Me salté la etiqueta exigida y me presenté en camisa y sin corbata». ¡Ohhh! Se oyó en su entorno. El oxígeno que respiraban el feliz becario y los suyos se densificó de admiración. No respiraban aire, sino fascinación irreprimible. ¡Qué valentía! Qué manera de poner las cosas en su sitio y los huevos en su cesta. Qué forma subliminal de manifestarse con educado y profesoral desafecto contra la beca recibida, el sistema bancario y la Monarquía.

Otros hubieran caído en la trampa de la corbata, la humillación de la chaqueta y el acoquinamiento de la sonrisa. Nada de eso. Sin corbata, en mangas de camisa y con la seriedad adusta como única protagonista de su rostro. Lo que se llama coraje reivindicativo.

Tuvo lugar el hecho histórico en el salón de actos de la sede de Cajamadrid. Nada se sabía por aquel entonces de las tarjetas negras y de los abusos de sus dirigentes. De haberlo sabido, seguro estoy de su renuncia becaria. Un gran profesor universitario no cede ante poco más de quince mil euros. Lo ha escrito Félix de Azúa, un notable poeta, catalán y firme ante los paletos separatistas: «Los dirigentes de Podemos están acomodados en la Universidad como Blesa y sus chicos en Cajamadrid».

También es mala suerte. Qué comparación más inoportuna.