Agustín de Grado

Heroínas de lo ideal

Heroínas de lo ideal
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Urgida de rostros nuevos y aliento renovado, la izquierda española ha recibido dos sorpresas en una sola semana: Ada Colau y Beatriz Talegón. Jóvenes, descaradas, sin ataduras. Y, por supuesto, telegénicas. No hay plató de televisión que no se las dispute para agitar el espectáculo de esta democracia catódica. Brotes frescos del monocultivo populista que se extiende como respuesta fácil e inmediata a cada problema que esta crisis descomunal plantea. Encarnan, cada una a su manera, a la izquierda política que se lleva: buenista y subversiva a la vez. Que busca el camino perdido en la demagogia de una calle indignada y ampara en las buenas intenciones cualquier comportamiento liberticida. Ada Colau acompaña su samaritanismo con la algarada, el verbo faltón y un particular sentido de la democracia: quien dude de sus propuestas para atajar el drama creciente de los desahucios es un criminal. Así que nadie ose plantear si las fórmulas de Colau traerán hipotecas más caras y escasas para todos. Ella y su millón de firmas son la justicia sin mácula. No hay más que discutir si uno no quiere ser arrojado a la hoguera populista por crueldad desalmada. Mejor sumarse al linchamiento de la banca ladrona, icono de ese capitalismo depredador que moviliza a Beatriz Talegón.

«¿Cómo pretendéis promover la revolución desde un hotel de cinco estrellas?». Con esta pregunta ha desnudado la impostura de la dirigencia socialista mundial. Pero, expresado con esa voz serena, su idealismo utópico me inquieta: «Estamos ante una crisis de la especie humana», afirma con una mirada inocente más peligrosa que las payasadas de Willy Toledo. ¿Nos está proponiendo la revolución para alumbrar un hombre nuevo? De Lenin a Pol Pot, ya sabemos cómo acaban estos experimentos cuando la izquierda, siempre bienintencionada, se pone manos a la obra...