José María Marco

Horrach: un acto de valentía

Es recomendable leer el informe que el fiscal Pedro Horrach ha dado a conocer sobre el auto de imputación de la Infanta Doña Cristina por el juez José Castro. Se trata de un texto breve (12 páginas) y preciso hasta el punto que los tecnicismos jurídicos resultan fáciles de entender.

Se ha dicho que es un alegato retórico, un ataque, incluso un desahogo. Pues bien, el fiscal se ha limitado a exponer, de la forma más fría posible, las razones, los argumentos y los motivos que le llevan a pensar que la imputación de la Infanta a cargo del juez Castro no está justificada. Para la imputación, el juez Castro se ha basado, según expone el fiscal, en hipótesis, sospechas, elucubraciones y en algún caso en errores y confusiones. El juez ha forzado los hechos hasta el punto de sembrar las dudas sobre la honradez de los inspectores de la Agencia Tributaria, que estarían implicados en una trama que habría actuado con el único objetivo de exculpar a la Infanta, una suposición de una irresponsabilidad patente en cualquier caso, más aún en éste. De ahí lo de la «teoría conspiratoria» que tanto juego ha dado, y que se entiende bien si se lee el informe del fiscal. No hay una sola afirmación que no esté razonada y argumentada. Su dureza, por otra parte, no tiene nada de personal. Más bien al revés.

Hay que agradecer al fiscal Pedro Horrach su claridad y su valentía al exponer de este modo la inconsistencia de la imputación de Doña Cristina. La independencia de los jueces y los fiscales no consiste en utilizar la institución para proseguir objetivos personales, respetables, sin duda, pero arbitrarios. Tampoco consiste en hacer justicia según criterios presuntamente éticos. De hecho, en este punto tanto vale lo segundo como lo primero, y así lo han demostrado casos como el del ex juez Garzón. La independencia de jueces y fiscales consiste en aplicar la Ley lo más escrupulosamente posible, y en atenerse a hechos probados más allá de cualquier duda razonable. Todo lo demás está fuera de lugar, desacredita la idea y la práctica de la Justicia y siembra la duda sobre todos –todos– los que se encargan de impartirla. El fiscal Pedro Horrach ha hecho lo más difícil, que es cumplir con su deber. Lo que expone es de tal gravedad que difícilmente deja a las instituciones judiciales con competencia en estos asuntos otra alternativa que no sea la de hacer lo mismo que ha hecho él.