José Luis Alvite
Huevo de cigüeña
Soy republicano por un impulso casi visceral y sin embargo acepto la monarquía por un mínimo sentido de la utilidad. No se me plantea ningún problema de supervivencia moral según qué clase de régimen corone la cúpula de Estado. Podrían rastrearse virtudes y defectos históricos en la república tanto como podríamos encontrarlos en la monarquía, y defenderlas genéricamente por sus aciertos o reprobarlas por sus errores. Ni la monarquía nos garantiza un rey lúcido y magnánimo, ni es seguro que la república la desempeñe uno de esos caballeros con chaleco y sombrero a los que tanto se recurre para ilustrar con su humanística ejemplaridad un régimen de sabios e impresores en el que el maestro de la escuela lleva de paseo por el campo a sus alumnos y les explica el Latín y la vida mientras lía un cigarrillo de picadura. A los reyes tradicionalmente por culpa de la gula los ha destruido la gota y las repúblicas se las llevó por delante la corrupción. Parecería que los españoles estamos condenados a elegir entre la inmoralidad de los presidentes y el colesterol de los monarcas, lo que significa que uno y otro sistema constitucionales son en cierto modo diferentes maneras de delinquir o distintas patologías. Soy republicano, pero no estoy tan disgustado con la monarquía que me corra prisa que desaparezca. Ni siquiera considero crucial que se renueve con urgencia la Jefatura del Estado mediante la imperiosa abdicación del Rey. No parece que sea este el mejor momento para hacer semejantes cambios. Dejemos que pase el tiempo, que Su Majestad se reponga y que salgamos de la crisis. Los españoles somos unos tipos muy listos que sabemos casi con absoluta seguridad que nada perjudica tanto la reforma de un edificio como que se venga abajo por culpa del peso excesivo de quienes se suben a lo más alto para reformar el tejado, como le ocurriría a la iglesia que se desplomase al poner un huevo la cigüeña.
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