Alfonso Ussía

Íbero

Según los libros de Geografía que estudian los niños en Cataluña, el Ebro es un río catalán que nace en el «país vecino». Es decir, que pasa de la incubadora al delta final. Creo que además de nacer, crece y se mueve durante setecientos kilómetros antes de entrar en la España catalana. Nace y muere en España. Y como ahora, se desborda furioso anegando a su paso pueblos, huertas y campos. El Ebro es el Íbero. Fontibre, junto a Reinosa, su cuna, el Campóo montañés. Caen de las rocas discretísimos chorros de agua. Así nace el gran río de España. En la unión de Cantabria con la Alta Castilla, un inmenso pantano, que guarda el puerto del Escudo. Ya en Burgos, Quintanilla de Escalada, el Ebro lleva empaque, y más prestancia cuando recibe las aguas del Rudrón. El Valle del Rudrón es una maravilla a pie de carretera. Rodeado de montes altivos poblados de buitreras. Hay más buitres en el Valle del Rudrón que en la política española. Ebro de Castilla que se enlaza al Ebro de Cantabria. Ebro que rasga La Rioja y Navarra. Ebro aragonés, que homenajea a su paso por Zaragoza a la Virgen del Pilar, Patrona de España. Días atrás allí estuve, y el río bajaba tronante y macho, pero lo malo vino después. Me preguntaba mientras admiraba la fuerza del Ebro a su paso por la basílica que guarda a la Pilarica los motivos de la oposición ecologista al trasvase del sobrante hacia la España sedienta. Ebro del Reino de Aragón, que en la costa del Reino se entrega a la mar en el formidable delta catalán.

El Íbero nace y muere en España. Sus hermanos Duero, Tajo y Guadiana se nutren de mil afluentes en España y Portugal los recibe. Otro gran río, el Guadalquivir, nace en Cazorla y desemboca en Sanlúcar de Barrameda, español en su totalidad como el Ebro. Y no muere en mal lugar, con el Coto de Doñana por testigo. Río plenamente español por plenamente andaluz, navegable desde o hasta Sevilla, que es una ciudad que tendrían que visitar todos los separatistas para que reflexionaran ante su belleza si les conviene o no dejar de ser españoles. Que no todo es cuestión de dinero y lengua. ¿Usted quiere perder la parte que le corresponde como español de Sevilla? –Sí.; -pues es tonto, si me permite que se lo diga-.

El Ebro se ha desbordado. Es posible que sea necesario, entre Castilla y Aragón, contenerlo con algún gran pantano como aquellos que hacía Franco y nos daban tanto la risa. El egoísmo también inunda. Valencia y Murcia necesitan de sus aguas, las que sobran, no las que legítimamente riegan los campos que encuentran a su paso. Nadie pretende robar el agua del Ebro, sí compartirla en la medida que sea posible, que lo es.

El Ebro es bosque, valle y llano. Vino, hortalizas, legumbres, frutales, y cereales. El Ebro es vida natural, y es caza y es pesca. Y sobre todo, es cultura, Roma predominante, y camino de agua cristiano hacia las agujas y la cúpula del Pilar. Y es mar en su desembocadura en la costa de Tarragona. El Ebro no lo comparten dos países, sólo uno, España, y es una España que se mueve y alimenta a su paso desde su nacimiento montañés a su muerte mediterránea. De cuando en cuando, cuando las lluvias lo enloquecen, nos demuestra que los humanos somos egoístas, y que no está de acuerdo con los intereses enfrentados que en su nombre, no alcanzan a concretar los grupos políticos y sociales.

De la vertiente sur de La Montaña cántabra al Mediterráneo. La gran cicatriz de la riqueza del norte de España y su Mediterráneo alto. Decir que es un río catalán que nace en el país vecino, además de una mentira grosera, es una majadería descomunal. Desde que nace hasta que muere, el Ebro es España. Guste o no guste a los necios.