Iñaki Zaragüeta
Ignominia colectiva
Ninguna persona de bien podemos darnos por satisfechas con el resultado de la anulación de la retroactividad de la «doctrina Parot». La sentencia del Tribunal de Estrasburgo no es justa por más que lo quieran adornar y la sensación de la mayoría de los españoles es que algo y alguien no ha estado a la altura de las circunstancias porque, en esta ocasión, han vuelto a ganar los malos, los delincuentes: terroristas, asesinos, violadores, maltratadotes, pederastas y demás gente de la peor calaña.
Las víctimas del terrorismo, hoy en Durango (Vizcaya), volverán a ser vilipendiadas si se consuma el homenaje a los presos liberados, como lo son diariamente los familiares, amigos y ciudadanos al contemplar cómo han dejado las prisiones Miguel Ricart, el violador del ascensor o Valentín Tejero, además de una amplia relación de etarras. Es difícil comprender que ya nada se pueda hacer para cortar esta sangría de ignominia que nos afecta a millones. Esta vez la culpa no es de todos, por tanto es de alguien.
De ahí que no podamos olvidar la designación de López Guerra para ese Tribunal de Estrasburgo como efecto de la negociación con ETA, según la creencia general, y que se mantuvo en el puesto hasta el deleznable fallo. Al respecto, es bien conocido que, cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto. Lo deberían tener bien presente nuestros gobernantes.
Lo cierto es que los jueces de esa Corte continental viven tranquilos mientras por su culpa miles, millones, de inocentes se sienten indignados y muchos de ellos temerosos de que los abominables crímenes y las espantosas acciones vuelvan a repetirse. Así es la vida.
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