Alfonso Ussía
Ing..
«Voy a correr» es la frase correcta que anuncia a otra persona que su emisor se dispone a practicar esa peligrosa afición. Mejor «voy a correr» que «me voy a correr» que puede dar motivo a toda suerte de interpretaciones y suspicacias. En todos los grandes parques de las ciudades del mundo, a primera hora de la mañana y en el atardecielo se puede contemplar el espectáculo multicolor y arriesgado de los que corren. Pero hemos sido devorados por el «ing». Ya en mis tiempos, a eso tan sencillo como correr sin otro fin que el de mantenerse presumiblemente en forma le decían «hacer footing». Corrían, viajaban dos días a Londres y cuando retornaban a los patrios lares, en lugar de correr hacían «footing». «Si tendrá mundo don José que hace "footing"». El «footing» dejó de ser considerado elegante y se pasó al «jogging». El «jogging» es exactamente lo mismo que el «footing», o lo que es igual, correr. Lo trajeron a España los ejecutivos agresivos que viajaban a Nueva York y corrían por las mañanas por el «Central Park». Cuando los habituales al «jogging» advirtieron que habían dejado de ser una excepción, se inventaron el «running». ¿En qué consiste el «running»? La respuesta no es complicada. El «running» es lo mismo que el «jogging», así como el «jogging» es lo mismo que el «footing», así como el «footing» es lo mismo que correr.
Correr, aparte de los triunfos olímpicos, ha sido siempre una opción que la naturaleza ha puesto al servicio de la humanidad para escapar del peligro. Ante un perro que se acerca con ánimos de mutilación se puede correr. Una persona que se encuentre por la noche en una calle de Madrid o Barcelona a Joan Tardà, tiene perfectamente justificada su decisión de correr para fugarse del susto. Lo dijo el mayor Hutchinson en Ulundi, pocos segundos antes de ser atravesado por una lanza zulú: «¿Por qué a los militares del Imperio no nos permiten correr ante el enemigo?». Pero correr por correr, o hacer «footing», «jogging» o «running» es, sencillamente, una tontería. He sido testigo de sucesos escalofriantes. Esa pareja de enamorados que corre por la orilla de la playa, ella más agil y resistente, él intentando mantener el ritmo de ella, ella juguetona, él morado, ella haciendo quiebros y regates a las olitas, y él definitivamente, caído sobre la arena con síntomas de grave episodio vascular. O el nuevo rico que en urbanización de lujo corre con su perro, al que sujeta con la correa, pero el perro es fuerte y lleva en volandas al corredor, que para colmo viste con un chandal carmesí de «Nike» o «Adidas», a cual más feo. Y al fin, el detenimiento del corazón, roto por la indignidad de haber sido sometido al capricho del perro, que en realidad, es el que ha corrido, o hecho «footing», «jogging» o «running». Me comentan que en esta Semana Santa el número de bajas ha sido considerable.
Es cierto que la versión con vocación británica suaviza los hechos. Así, el padre celoso de la integridad moral de su hija que le pregunta a ésta, mientras desayuna a las ocho de la mañana el motivo de su ausencia de casa durante toda la noche. «He dormido con un tío de puta madre» no es respuesta que ofrezca consuelo. «He practicado algo de "polving"con Alejandro José» ayuda más a la comprensión y la amnistía. «¿Quien era ese tipo con el que te estabas morreando el jueves por la noche en el portal?»; «no te lo voy a decir, pero no me estaba morreando, hacíamos "kissing"».
Y el padre, ante el dominio abrumador de la terminología inglesa de su hija, cede y se marcha a trabajar.
Lo que en mis añorados años juveniles se conocía por «meter mano» –expresión vulgar y ordinaria–, ahora se suaviza gracias al «handing». «¿Vamos al cine?»; «sí, pero hoy no me apetece el "handing"»; –en tal caso, que te lleve al cine tu tía–; –devuélveme el rosario de mi madre y quédate con todo lo demás–; –completamente de acuerdo–.
Lo dijo Juan Guerra cuando fue interrogado por el juez acerca de sus muchas empresas. «Zeñoría, también loz zosialista tenemo deresho a creá un "jording"». Se refería a «holding», claro está. El «holding» aminora el efecto escandaloso del trinque. El que se lleva el dinero caliente, en Andalucía es conocido como «trincón». Pero si lo hace desde un entramado de empresas es, simplemente, un dirigente sindical que no ha sabido controlar su «holding». Y no pasa nada.
Ruego encarecidamente a todos mis amigos, conocidos y lectores aficionados a poner en riesgo su vida corriendo sin ton ni son, que lo hagan a la antigua usanza. Si desean desfallecer en El Retiro que lo hagan en su idioma. Corriendo. Porque hacerlo por culpa del «footing», del «jogging» o del «running», amén de lamentable, es una cursilería.
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