Asuntos sociales
Injusticia
Es la historia de un despropósito, de un esperpento valleinclanesco, que nace, crece y se perpetúa en un sistema judicial que cada día produce más resquemor entre la ciudadanía. Es la historia de Luis Hiniesto, víctima de un asesinato frustrado, acusado falsamente de maltrato y condenado a 3 años y medio de prisión y a pagar una pensión a la persona que intentó asesinarle. La historia la destapó en exclusiva el digital Confilegal . El 30 de marzo de 2011, Luis, vendedor de la ONCE desde que un cáncer le cercenó una pierna, fue atacado en el garaje de su casa por una persona disfrazada de ninja que le disparó varias veces. Herido de gravedad en la espalda, intentó defenderse de su agresor y en el forcejeo el arma se disparó hiriendo al asaltante. Cuando Luis le quitó la capucha, descubrió que era su mujer, Mª Carmen Hormigos. Pero la verdadera sorpresa fue cuando, al salir del hospital, descubrió que su mujer le había acusado de malos tratos, sosteniendo la acusación durante 5 años. En el juicio, la mujer reconoció que su denuncia era falsa, que mintió «porque la abogada me dijo que lo dijera porque si no iba a entrar en prisión». Y ante esta aberración, amén de delito, la Justicia mira hacia otro lado, obviando pruebas, testigos y la propia confesión de falsedad. La Audiencia Provincial de Madrid y el Tribunal Supremo le condenaron y, si no llega el indulto, entrará en prisión esta semana.
El caso de Luis es uno más. Hay muchos, aunque algunos insistan en negarlo por miedo a perder un despacho o una subvención. Me pregunto qué pensarán las mujeres a quienes el maltrato les rompe la vida cuando escuchan decir a una mujer que mintió en su denuncia por maltrato para evitar la cárcel, mejorar los términos de un divorcio u obtener la custodia. Qué sentirán cuando vean que los mismos agujeros legales que no evitan que las maten, son utilizados por otras mujeres en pro de sus intereses. La próxima vez que una mujer muera asesinada por su maltratador, piensen en este caso, en todas las personas, especialmente mujeres –abogadas, juezas, políticas o clientas –, que utilizan la muerte de una mujer en beneficio propio. Y luego que sigan con los golpes de pecho preguntándose qué estamos haciendo mal.
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