Rosetta Forner
Juguetes rotos
Los hijos suelen ser los más perjudicados cuando un matrimonio se rompe y, sobre todo, cuando hay malos tratos ya sean psicológicos y/físicos. Los niños «ven lo que hay y, lo que hay, es lo que ven». No hay manera de disfrazarles la realidad. Consecuentemente, al mentirles, sólo se logra confundirles y hacerles sentir peor. Asimismo, los niños creen «tener poderes mágicos»: no distinguen la realidad de la fantasía (hasta los seis años no ha finalizado el proceso cognitivo), con lo que, al ver que no pueden hacer nada por cambiar la situación, se sienten culpables. Si, además, alguno de los padres les responsabiliza de algo (ruptura, problemas, etc.), el daño será aún peor. En los hogares donde el maltrato psicológico abunda, los niños suelen sentirse desamparados, inseguros, confundidos y tristes. A modo de defensa o protección, algunos enferman, otros se tornan conflictivos o se encierran en un mutismo. En general, la gente inmadura no considera el perjuicio que pueden ocasionar a los hijos, pues su egocentrismo les lleva a buscar únicamente su bienestar. ¿Cómo van a tenerlo en cuenta si su baja autoestima les impide ponerse en su propio lugar? Esconder a los niños no es una solución. La solución pasa por hacer una ley que proteja al menor de padres inmaduros, egoístas, manipuladores. Ahora bien, ¿quién le pone el cascabel al gato? Los niños son personas que un día serán adultos, no un juguete. Mi abuelo opinaba que, a muchos y a muchas, deberían examinarles antes de ser padres. La mayoría, suspendería.
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