Martín Prieto

Kit Kat Klub

La Razón
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Hay que ser erudito en autoritarismo del siglo pasado para tener memoria de Ramiro Ledesma Ramos, que puede sonarle al politólogo Pablo Iglesias, guardando ambos lejanas semejanzas. Ledesma fue precoz profesor de Filosofía, fundador de las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalistas) luego engarzadas con la Falange Española de José Antonio Primo de Rivera. Un fascismo español que pretendía ser más revolucionario que los falangistas y propiciaba una alianza anticomunista con los anarquistas. Tal como Iglesias va uniformado, Ledesma se presentaba en los mítines con su logotipo de vestimenta de cuero negro cabalgando una gran moto y copiando el medio flequillo de Hitler. Su periódico fue «La conquista del Estado», tan explícito como el lirismo de que los cielos se toman por asalto del jefe de Podemos. A los 31 años le asesinaron en las sacas de las cárceles republicanas de Madrid. Demasiado radical y proletario para que la dictadura enalteciera su memoria, probablemente ni figura en el callejero. Hacia los idus de marzo estos signos parecen inquietantes como la atmósfera del Kit Kat Klub, el cabaret berlinés de la novela de Isherwood, llevada al cine por Bob Fosse, en la que unos desavisados jovenzuelos expatriados viven aventuras menores ajenos al crecimiento de la peste parda en la República de Weimar. Los modos y maneras de Iglesias y su corte, su negociación basada en comparecencias periodísticas imperativas, han de causar preocupación en Pedro Sánchez, al que ya tratan como socio de polichinela. Resulta inimaginable que un Gobierno socialista designe a uno de estos arrogantes siquiera como director general de lo contencioso-administrativo, pero el insistente don Pablo como vicepresidente abarcando la portavocía (¿para dar su sesgo a lo que decida el presidente?), el BOE (¿para retrasar el vigor de una ley?), el CIS (¿para maquillar los sondeos?), RTVE (¿para corregir los telediarios?) y los servicios secretos (¿para convertirlos en una KGB?) es una reiterada apuesta de tal osadía que recuerda al Gran Hermano de Orwell en «1984». Cabe suponer que el estrépito de Iglesias es táctico, para imposibilitar un acuerdo con el PSOE y forzar otras elecciones en las que mejorar sensiblemente sus resultados, pero no evita el recelo ante este totalitario magisterio de costumbres. Pablo Iglesias recuerda antes al ascenso democrático de Hitler que al Lenin del soviet de Petrogrado. Al márgen de su programa basura, con mágicos crecimientos del 4% y destrucción impositiva de la clase media, estos quieren el poder para patrimonializarlo. Estamos en el Kit Kat Klub.