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Reyes Monforte

La abuela Rosa

La abuela Rosa
La abuela Rosalarazon

Somos los que somos por nuestro pasado. Y el pasado personal de cada uno lo lega un escribano particular: nuestros abuelos. Hace casi un año, en una homilía en Santa Marta, el Papa Francisco recordaba que un pueblo que no respeta a los abuelos, no tiene futuro, porque no tiene memoria. El Pontífice sabe bien de lo que habla porque, por lo que ha contado en alguna entrevista, tiene muy presente a su abuela Rosa. «Mi abuela Rosa ha significado mucho para mí. En mi breviario tengo su testamento y lo leo a menudo». La abuela Rosa solía decirle a su nieto que «la mortaja no tiene bolsillos», dándole a entender que uno no se lleva nada de esta vida cuando fallece. Los abuelos lo saben bien, porque son sabios y han vivido lo que a los demás no nos ha tocado todavía. Lo que no das o recibes en esta vida se pierde, y eso incluye el amor y el respeto a los mayores.

No tener ese recuerdo, ese enorme libro de sabiduría que representan los abuelos, es una pena, y rechazarlo o dejarlo abandonado como quien abandona un trasto viejo es casi un crimen, además de una torpeza. Sería una pena que no nos diéramos cuenta. Ahora es el Papa Francisco quien lo subraya, pero aquí en España, otro sabio, el Padre Ángel, lleva décadas recordándonoslo. Escuchémoslos. Son pura vida. Son un regalo. Como decía Ricard Garnett, «el amor es el regalo más grande que una generación le puede dejar a otra». Abramos ese regalo que nos dan nuestros mayores teniendo presente lo que decía Shakespeare: «El hombre viejo es niño dos veces».