Marina Castaño
La cabeza debajo del ala
No son aislados los casos de problemas de sexo en la pareja, sino todo lo contrario: son mucho más frecuentes de lo que nos podemos imaginar, pero pocos son los «pacientes» que deciden ir a la consulta del especialista. ¿Por qué? Porque, a pesar de los pesares y aunque nos choque, sigue siendo un tema tabú, un asunto falsamente vergonzoso o falsamente inmoral. Todavía son pocos los que se atreven a hablar abiertamente del sexo, y se conforman con una vida insatisfactoria antes de ir al médico a consultar y a resolver el trastorno que padecen. En este sentido, son más desinhibidas las mujeres: no tienen problema para hablar con su médico de lo que les preocupa para resolverlo. Ellos ignoran, además, que detrás de una disfunción sexual puede estar agachada una afección colateral, o al revés, que esa afección sea el motivo de una falta de apetito sexual, de una disfunción eréctil o de una eyaculación precoz, por poner unos simples ejemplos. También son pocos los médicos que preguntan al paciente por la normalidad de sus relaciones sexuales a la hora de acopiar datos para elaborar un diagnóstico. Esto en cuanto a nuestro país, no así en otros donde lo normal son las terapias en los matrimonios con dificultades, donde están ausentes esas sensaciones de vergüenza, de negación del problema o esas sensaciones de perturbación emocional. Miren los británicos, en cambio, que tienen una escuela donde se imparten clases magistrales de todo tipo de técnicas sexuales. Dos horas duran las lecciones para satisfacer a la pareja. Dicen que hay cola para «matricularse» con el maestro Dominic, el gurú que descubre y enseña los secretos de un sexo perfecto. Avanzaditos que están estos ingleses.
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