Egipto
La candela de los complots
Apagados los fuegos y frías las ascuas, la vida ha vuelto a la normalidad en Doñana: los linces sestean en sus literas, los camaleones se visten de verde marengo y los bañistas regresan a ese dulce domingo eterno. Lejos de ahí, en el inmundo submundo de las redes sociales, sigue oliendo a chamusquina, a bulos y a conspiraciones. Bulos siempre los hubo. Todos recuerdan aquellas noches de verano de la infancia, cuando el tiempo libre era lo más parecido al infinito, cuyas reuniones bajo las estrellas solían consistir en una secuencia común: a las conversaciones les seguían los juegos de mesa, de los que derivaban las inevitables historia de fantasmas y de platillos volantes para concluir con los recurrentes complots templarios, tramas masónicas, contubernios jesuitas y aun conjuras extraterrestres; más risibles que inquietantes en la mayoría de los casos. Con la aparición de Internet, la interacción simultánea entre individuos paranoides y propensos al aburrimiento provoca ocasionales conspiraciones universales. Ha ocurrido con el incendio de Doñana, como ya pasó con el atentado de la Torres Gemelas –presunta obra de los judíos–, con la negación de la llegada del hombre a la Luna –supuesta filmación en un estudio– o, más atrás, con las siete plagas de Egipto. Refutado el bulo que apuntaba a un hipotético plan de una clase millonaria para sacar tajada del suelo quemado de Doñana, cabe mencionar a quienes nutren su discurso político con tales cuentos infantiles. Naturalmente actuó Teresa Rodríguez, dando el cante con una Ley de Montes que ya protege todos los espacios catalogados. Mas bochorno ha causado Cristina Narbona, nueva presidenta del nuevo PSOE, situándose con el Podemos de la casta y del tramabús. Eso huele a dulzón gas carbonoso.
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