Toni Bolaño
La debilidad de Mas
Laberinto es un lugar formado por calles y encrucijadas, intencionadamente complejo para confundir a quien se adentre en él, según la definición del diccionario. El laberinto barroco es todavía más intrincado. Tiene varias vías muertas o caminos sin salida. Solamente hay un camino correcto para salir de él. Encontrarlo no es tarea fácil.
En la búsqueda de esta vía se encuentra la política catalana. Artur Mas se adentró en el laberinto. Se suponía capacitado para encontrar la salida porque era «la voluntad de un pueblo». Sin pensárselo dos veces, convocó elecciones. Fracasó y sugirió su dimisión. Su círculo más cercano no se la aceptó. Se empecinó en seguir el camino equivocado de la mano de ERC. Inició una loca carrera por el camino hacia la independencia. Ha acabado en vía muerta. Su Gobierno es un espejismo. Es incapaz de dar soluciones a los problemas cotidianos, los bancos le han dado la espalda y no hay dinero ni siquiera para pagar deudas. Apenas puede abonar las nóminas.
Atrapado en sus propios errores, el presidente de la Generalitat se ha puesto en persona a buscar nuevas salidas. Los puentes dinamitados con el Gobierno de Mariano Rajoy se están reconstruyendo a marchas forzadas. Duran Lleida ha vuelto a la primera línea aprovechando que Oriol Pujol, otrora todopoderoso secretario general de CDC y artífice del pacto con ERC, ha quedado inhabilitado como guía espiritual del soberanismo de nuevo cuño.
En esta tesitura, Mas mira a Madrid. Necesita recursos con urgencia porque el mantra del soberanismo, que hasta ahora tapaba todas las vergüenzas, ya no sirve. No tiene salida.
Al tiempo que abre esta negociación se vislumbra un nuevo frente. El mundo independentista que Mas pretendía liderar le mira ahora con recelo. Desconfía del que se creyó su líder. Josep Rull, su nuevo hombre fuerte en CDC, se ha apresurado a afirmar que el acuerdo sobre el déficit no comporta contrapartidas. Que el referéndum sobre la independencia se celebrará en 2014.
No piensa lo mismo la presidenta del Parlament, Nuria de Gispert, que no ha dudado en afirmar que la situación de crisis puede retrasarlo. Es más, no quiere que la posible pregunta plantee la dicotomía independencia sí o independencia no.
En el seno del nacionalismo cada vez es más evidente la diversidad de opiniones, el aumento de tensiones y más voces que claman por poner tierra de por medio con la pretensión de declaración unilateral de independencia que preconizan los republicanos.
Mas duda en cómo bajarse del tren y no ser arrollado. Por eso, mira a Madrid desempolvando su propuesta de pacto fiscal. Espera que Rajoy le señale el camino de salida del laberinto porque está en un callejón sin salida. De momento Rajoy le ha tendido la mano. Está en una posición de fuerza. Mas está débil. Para salir del paso, intenta aunar fuerzas pidiendo que ERC y PSC entren en el Gobierno. ERC no tiene ninguna intención de quemarse y se aferra a la solución final de la independencia, convertida en una especie de pócima mágica que cura todos los males.
El PSC no muerde el anzuelo. En palabras del ex presidente José Montilla se trata de una mera «maniobra de distracción». El líder de los socialistas catalanes, Pere Navarro, ha puesto precio. La consulta solamente se puede realizar de forma pactada. O sea, da largas al único objetivo nacionalista en esta legislatura.
Si quiere el apoyo socialista, Navarro le quita el juguete. Mas continua perdido en su laberinto. La salida se le resiste. Sigue en vía muerta. Si alguien piensa en elecciones anticipadas que espere sentado. Mas ya sabe que en política, los experimentos, sólo con gaseosa. Todavía se acuerda del 25-N.
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