Francisco Marhuenda
La falsificación de la Historia
Durante tres días, los historiadores oficiales del nacionalismo han decidido darse un homenaje con un simposio que es una obra cumbre de la estulticia, la manipulación y la antihistoria. El propio título, «Espanya contra Catalunya: una mirada històrica (1714-2014)», nos retrotrae a los peores tiempos de la corriente marxista del análisis histórico. La verdad es que no me sorprende tras observar los componentes de la mascarada auspiciada por el Gobierno catalán. No hay ni un atisbo de objetividad o debate. Con una desfachatez increíble se ofrece un relato que se arropa tras las cátedras ganadas, en muchos casos, gracias al fervor patriótico y con obras académicas de muy escaso recorrido. Algunos de ellos se han pasado mucho tiempo dedicados a la política y nunca les resultó difícil conseguir tres de los cinco votos que se necesitaban para la titularidad y la cátedra. Pujol, cuando controlaba Banca Catalana, y otros empresarios nacionalistas dedicaron mucho dinero a los proyectos culturales que servían para reescribir la historia y ofrecer la imagen de una España que siempre ha estado contra Cataluña. Un despropósito. El poder convergente siempre ha sido muy generoso con aquellos que han abrazado con fervor religioso ese relato romántico de Cataluña que está muy alejado de la realidad. Desde el principio hasta el final de ese programa, un grupo de nacionalistas que han hecho su carrera como historiadores al servicio del poder se convierten en propagandistas. No hay espacio en las universidades catalanas para la objetividad. Los títulos de las conferencias son muy esclarecedores y son el mejor reflejo de la victoria de los independentistas en las cátedras. Los «sumos sacerdotes» de este esperpento son Jaume Sobrequés y su cuñado, Joaquim Nadal. Los conozco desde hace tiempo e incluso con el segundo tuve una relación muy cordial. Me pregunto por qué abrazan el sectarismo y dónde queda el rigor que cabe esperar de un historiador.
Este encuentro hubiera podido ser una oportunidad interesante para debatir con rigor y seriedad. Lo primero hubiera sido cambiar el título por un enunciado neutro que ofreciera un paraguas para que historiadores de distinto signo pudieran analizar las relaciones durante estos tres siglos. La introducción del folleto no deja ningún margen, porque se refiere a «los efectos de la represión institucional, militar, política y administrativa a lo largo de los siglos XVIII, XIX, XX y XXI». El conjunto es una falsificación descarada de la Historia más propia de historiadores aficionados cegados por el apriorismo partidista. Estos días me ha tocado explicar la España Moderna y los datos, no sólo desde 1714, reflejan fielmente la parcialidad e inconsistencia de las afirmaciones exageradas de los historiadores oficiales del nacionalismo. No ha sido una España idílica, pero tampoco la desmesura de esa visión negativa. Es triste cuando la Historia se convierte en un instrumento del odio y la mentira. Lo es cuando personas que deberían buscar la verdad prefieren la falsificación e ignoran aquellos datos que no encajan con su versión. No es verdad que participen historiadores, economistas, juristas, sociólogos y lingüistas; son políticos partidistas.
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