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La felicidad

La Razón
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Todo lo que ha vivido Joan Manuel Serrat, y lo que le queda por vivir. Una vida de trabajo, superación, compromiso, sacrificios, amores, desengaños y, en el último tercio, la enfermedad maldita, el cáncer, derrotado con las reservas habituales. Y vuelta a empezar. De nuevo en tránsito, más recitales, aunque menos que antes, con el objetivo de disfrutar de una existencia plácida, alejado definitivamente de aquel año en el exilio por no decir amén al régimen franquista... Y sin embargo otro régimen excluyente le hizo saltar. Expresó lo que pensaba y los fascistas de mierda le llamaron fascista, a él. Rebajada la tensión por la realidad tozuda, dirigió la mirada hacia el Barcelona, hacia su Barça. El fútbol, por fin, penetraba por un extremo y abría una vía de expansión en la política. Le escribió una carta a Bartomeu para que aclarase cuanto antes el porvenir de Messi en el club, para que lo atara bien atado, que no lo dejara escapar como a un gorrión.

Con los «indepes» no ha podido –ni él ni el sentido común–, pero ha conseguido sosegar el ánimo colectivo azulgrana antes del 1 de enero. Ya es oficial, decisión firme –también lo era la de Neymar, el del PSG, pero no es lo mismo–, Messi ha firmado hasta 2021, con opción a un año más, se ha hecho la foto con Bartomeu, ha declarado que se queda en su casa, para terminar en can Barça su carrera deportiva, y que es feliz. Su felicidad la comparten Serrat y millones de barcelonistas. Se queda el bueno, el único, el incomparable: Messi. Su indecisión, sin embargo, no ha sembrado dudas deportivas en el equipo de Valverde, invicto, clasificado primero en Champions y líder destacado de LaLiga, con diez puntos sobre el Madrid (3-2 al Málaga), si vence en Mestalla.