Restringido

La hora de los indecisos

Son todavía muchos los que se lo están pensando. Esto hace que la fiabilidad de las encuestas esté cogida con alfileres. Nadie está seguro de que el domingo por la noche no saltarán las sorpresas en la gran pantalla. La irrupción de los nuevos partidos –Ciudadanos y Podemos– ha animado el cotarro y de paso ha sembrado el desconcierto en una parte del electorado tradicional. Los recién llegados han conseguido reactivar el mortecino sistema político, que no es poco, y al mismo tiempo han hecho que aumentara la indecisión. La fuerza de la renovación, que ha animado a muchos cabreados o indiferentes, indignados con la corrupción y golpeados por la crisis, se ha visto contrarrestada por el miedo al cambio. Lo de «más vale malo conocido que bueno por conocer» estimula a última hora la reacción conservadora. Sobre todo la de los que tienen algo que perder. Las sucesivas propuestas de los dirigentes de Podemos y Ciudadanos, con algunas ocurrencias desconcertantes, han hecho que aumente la perplejidad de los irresolutos. A cada ocurrencia llamativa hay una oscilación del voto para bien o para mal. Los partidos más experimentados, que lo saben, se sacan a última hora conejos de la chistera, como ése del PSOE de Madrid de ofrecer un DNI municipal a los emigrantes sin papeles, con intención de recuperar el sello progresista, un tanto diluido, ante la variopinta competencia en el campo de la izquierda. En el PP no se quedan atrás y hacen denodados esfuerzos, con todo tipo de incentivos, para intentar que regresen a casa los desencantados que aún vacilan entre la fidelidad y el castigo. El hecho es que de este nutrido grupo de votantes que no saben todavía a quién votar depende en gran manera el gobierno de ayuntamientos relevantes y de no pocas regiones. Es una masa variopinta, en la que al lado de gente reflexiva, que conoce la importancia cívica de su voto y actúa responsablemente, hay gente que carece de resolución. Tampoco falta el que acude a votar sin interés y elige la papeleta con frivolidad, dejándose llevar por detalles insignificantes. El caso es que todos los votos son iguales. Luego se dan circunstancias chocantes. Los que se habían entusiasmado con la renovación generacional se encuentran, por ejemplo, en el cartel de Madrid con las caras de Esperanza, Carmena, Gabilondo y García Montero, que si no son, bien podrían ser abuelos. Y titubean. Lo peor es hacer de la indecisión, costumbre. Según el filósofo norteamericano William James, «no hay ser humano más desgraciado que aquel cuyo único hábito es el de la indecisión». O sea, que hay que decidirse.