Francisco Marhuenda
La izquierda ante las elecciones
La izquierda española está muy dividida y el PSOE no ha dejado de retroceder desde que perdió las elecciones el 20 de noviembre de 2011. El panorama no puede ser más desolador. Es cierto que hablamos sólo de encuestas, pero es muy significativa la falta de credibilidad del principal partido de la oposición. El PP ha sufrido un desgaste, algo lógico cuando se gobierna inmersos en la mayor crisis desde los años cuarenta, pero lo insólito es que el PSOE haya sido incapaz de capitalizar el descontento. Más allá del voluntarismo de Elena Valenciano y Alfredo Pérez Rubalcaba, la realidad muestra un socialismo incapaz de conectar con los sectores más jóvenes del electorado y ofrecer una alternativa creíble. Durante los más de dos años de legislatura hemos visto como el socialismo oficial se enrocaba para permanecer en el poder y el desastre electoral de 2011 se saldaba con un inexplicable continuismo de aquellos que había conducido el partido al fracaso. El socialismo en el 2000 fue capaz de encontrar un líder nuevo, Zapatero, que ofreció ilusión, pero ahora tenemos la recuperación del felipismo más rancio aliado con los políticos que conforman la burocratización del PSOE.
Lo que subyace es la miopía de aquellos que no quieren la renovación, porque el continuismo les permite mantener sus cómodos puestos al frente del partido y del grupo parlamentario. Lo que sucede en España sería impensable en los países de nuestro entorno. Francia y Gran Bretaña son claros ejemplos donde un fracaso electoral de las dimensiones de Rubalcaba comporta la renuncia al liderazgo y la apertura de un proceso de renovación profunda. El resultado fue tan demoledor que resulta incomprensible que no se optara por el cambio. Sarkozy se apartó tras su derrota, pero podemos ver el ejemplo de la actual ministra socialista de Ecología, Ségolène Royale, tras perder las presidenciales. Otra cosa distinta es que Rubalcaba hubiera sacado un resultado por encima de los 150 escaños, porque entonces se entendería que intentara una segunda oportunidad.
Los errores de la actual dirección socialista han dado lugar a un proceso demoledor dentro del partido, porque hay un gran desánimo. A la vez ha dejado el camino abierto para que el electorado de izquierdas encontrara opciones y diera la espalda a un PSOE desprestigiado. No es sorprendente el crecimiento de IU o UPyD, que cubren desde el centro izquierda a la izquierda más radical con opciones, además del de Podemos y Ciudadanos que pueden coger parte de esos votos. A pesar de los intentos de UPyD y Ciudadanos de mostrarse como formaciones centristas, la realidad es que sus propuestas y líderes provienen de la socialdemocracia y algún militante del PP que abandonó esta formación.
El alcance del desgaste del Gobierno de Rajoy es una incógnita, aunque creo que es menor de lo que creen tanto los analistas de la izquierda como algunos dirigentes del PP. La izquierda europea que está gobernando ha tenido que adoptar medidas reformistas y recortes, como ha sucedido en Francia con Hollande, y al igual que ha hecho Rajoy en España. En cambio, tanto el PSOE como el resto de formaciones de la izquierda española se han instalado en unas interpretaciones y propuestas tan voluntaristas como inconsistentes, que si fueran aplicadas, conducirían, como mínimo, a una paralización del proceso de recuperación económica. No tenemos los instrumentos de política macroeconómica de Estados Unidos, Gran Bretaña y Japón. Rajoy no ha tenido otro camino que hacer la única política posible para sacar a España de la crisis y reformar la economía.
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