César Vidal

La luz de la Navidad

La Razón
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En unas horas será Navidad y debemos recordar que la Historia sería trágicamente distinta si Jesús no hubiera nacido. Nuestra sociedad padecería los males típicos de la, por otros conceptos magnífica, cultura clásica. La esclavitud seguiría siendo normal e incluso obligada porque, como señaló Aristóteles, algunos hombres nacen para ser esclavos. Las mujeres continuarían casándose a los doce años – el límite mínimo de edad establecido en la ley de las Doce tablas – en matrimonios concertados y sufriendo una tasa de mortalidad superior a las de las naciones más atrasadas del Tercer mundo. Los niños podrían ser abandonados por sus padres en el mismo momento de nacer si así convenía a la economía doméstica – y casi siempre le convenía cuando se trataba de la segunda niña – los enfermos serían abandonados en las cunetas por los propios parientes para facilitar su muerte rápida y evitar el contagio, y los ancianos serían objeto de alguna forma de eutanasia para sacarlos de este mundo. Incluso en el seno de Israel se seguiría rezando por las mañanas: «Te doy gracias, Señor, porque no soy ni animal, ni mujer, ni gentil». Entendámonos, seguramente, seguiríamos teniendo elecciones y se construirían calzadas, pero en medio de la tristeza típica de los clásicos que sólo cambió porque nació ese judío llamado Jesús. Y todo ello en el supuesto de que Roma hubiera resistido a los bárbaros, porque si, al final, hubieran prevalecido arrasando el imperio, nada nos habría llegado de la cultura clásica salvada por el cristianismo. Tampoco habríamos conocido la fundación de la universidad en la Edad Media ni mucho menos los grandes aportes de la Reforma como una cultura bíblica del trabajo, la revolución científica del s. XVI, la doctrina de los Derechos Humanos, la alfabetización generalizada o la democracia moderna. Nada de eso tendríamos si Jesús no hubiera nacido. Y la prueba está en cómo brilla por su ausencia, en mayor o menor medida, en aquellos lugares donde no se escuchó el mensaje del Evangelio. Pero, sobre todo, millones de personas no habrían sabido a lo largo de estos dos milenios lo que es la paz de corazón ni conocido la esperanza en medio de las dificultades ni disfrutado la confianza serena en la vida tras la muerte ni experimentado el gozo del perdón que deriva sólo del abrazo gratuito de Dios recibido mediante la fe. El mensaje de Jesús ha sido el que lo ha hecho posible para millones de seres humanos. Esa es la luz de la Navidad.