Marta Robles
La luz idónea
El agua es vida y todos lo sabemos. Pero la luz también. La fascinación del hombre por ella no llegó sólo por el fuego para calentarse y romper la oscuridad, sino también a través de los lugares en los que los días eran más largos que las noches y vivir parecía más fácil y agradable. La luz es mágica. Yo lo sabía. Pero hace un par de días tuve la ocasión de aprenderlo gracias a un congreso organizado por la Asociación Española de Fabricantes de Iluminación (Anfalum), bajo el nombre de Transforming Lighting 2017. En ese congreso, además de aprender nuevos términos que atienden al mundo futuro, que ya está aquí, como Lifi (de wifi, lifi) o la internet de las cosas, descubrí que la fuerza de la tecnología puede ser mayor que la de un Tsunami, que los científicos pueden fijarse en las películas de Ciencia Ficción para desarrollar sus teorías, o que los niños que han nacido estos días van a vivir más de cien años... «¿Y qué tiene que ver con la luz?», pensaran algunos. Pues que si la luz les acompaña, les acompañará la fuerza. A la tecnología, al mundo nuevo y sobre todo a esos niños que crecerán y se convertirán en la esperanza del tiempo que ha de venir. Pero ha de ser la adecuada, la idónea para que su vida sea más saludable y su existencia más feliz.
Para que puedan ver los colores como son, hacer mejor su trabajo, aprovechar mejor sus capacidades y, en definitiva, disfrutar del privilegio de vivir. El mismo que todos tenemos, aunque lo dudemos en los peores momentos y que, bien iluminado parece incluso un privilegio mayor.
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