Enrique López
La mentira y el anonimato
Decía el político Otto von Bismark que cuando más se miente es antes de las elecciones, durante la guerra y después de una jornada de caza, pero la verdad es que se miente en muchas más ocasiones. Esto se ha intensificado mediante el uso de la red y el anonimato, los perfiles falsos, etc., lo cual permite no sólo mentir, sino ofender. Algunos se amparan en un mal entendido derecho a la libertad de expresión, que, cuando fue definido por los constitucionalistas del siglo XVIII, para nada estaban pensando en un uso tan desorbitado del mismo. Decía George Orwell que la libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oír, a lo cual me permito hacer una glosa, y es que el mal uso de la libertad de expresión es decir aquello que la gente no debe oír, generalmente injurias o libelos, entendidos como expresiones proferidas o acciones ejecutadas en deshonra, descrédito o menosprecio de otra persona. Hoy en día las cosas comienzan a cambiar y debemos prepararnos para este cambio. Hasta ahora existía un diferente trato en la defensa del honor respecto de las personas en función de su carácter público o privado, fundamentalmente teniendo en cuenta su trabajo, dedicación o cargo. Pero es que en la actualidad las redes sociales pueden convertir a cualquiera en un famoso en unos días, generando opiniones generales sobre cualquiera, pudiéndolo convertir tanto en un héroe como en el hazmerreír de los foros sociales. Aquí nos adentramos en el proceloso mundo del anonimato en la red. Un ejemplo: pudimos leer en una red: «Un helicóptero menos y cuatro salvapatrias pistoleros menos para conquistar Cataluña». Este comentario lo escribió un ciudadano en la red social Twitter en referencia al accidente de helicóptero que hace poco tiempo provocó la muerte de cuatro militares españoles. Recordemos el bando del marqués de Esquilache de 10 de marzo de 1766, el cual rezaba «quiero y mando que toda la gente civil... y sus domésticos y criados que no traigan librea de las que se usan, usen precisamente de capa corta (que a lo menos les falta una cuarta para llegar al suelo) o de redingot o capingot y de peluquín o de pelo propio y sombrero de tres picos, de forma que de ningún modo vayan embozados ni oculten el rostro». Se dice que ésta fue la razón del famoso motín que recibió el nombre del marqués, aunque es cierto que los ánimos también se exaltaron por la falta de pan y otras necesidades diarias. Pero lo que es cierto es que el ser humano es reticente a su identificación y desde su versión mas primitiva intentó reservar el anonimato en sus actuaciones, generalmente las ilícitas, pero creo que ha llegado el momento de reflexionar sobre esta materia y, teniendo en cuenta que el mundo virtual debe obedecer a los mismos principios y valores que el real, se debe abrir un debate al respecto. Es cierto que nuestra legislación permite exigir la retirada inmediata de expresiones ofensivas en las redes sociales, pero esto obliga a una atención permanente de las mismas, algo que algunos por principio no queremos soportar.
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