Elecciones en Reino Unido
La necia Albión
Ni pérfida ni leches. Y me duele, porque siempre he profesado sincera admiración hacia Gran Bretaña, pero los indicios de que se están abobando son tan abrumadores, que creo llegado el momento de archivar la expresión con que se refería a ellos Napoleón y optar por algo más realista como la necia o la pasmada Albión. Confieso que escribo bajo los efectos del cabreo que me ha producido ver la falta de tacto con que han gestionado el caso de Ignacio Echeverría, ese héroe capaz de cargar contra los terroristas islámicos armado de un simple monopatín, pero no son ni la lentitud en papeleo ni la escasa humanidad de los funcionarios con la familia del español, lo que me lleva a la conclusión inicial. En un país en el que los ciudadanos no tienen DNI y exigir una foto en el CV es ilegal, porque puede llevar a «discriminación», entiendo el retraso. Lo que no cabe en la cabeza es lo demás, empezando por la desquiciada política de asilo a facinerosos inaugurada por Tony Blair hace treinta años, siguiendo por la tolerancia hacia los predicadores de la muerte y terminando por la elección como líderes de una hatajo de incompetentes. No puedo entender cómo uno de los apuñaladores del mercado de Borough se paseara hace un año por Regent Park con una bandera del ISIS instando a los niños a la yihad, y no ocurriera nada. O que todavía no sepamos qué ha sido de los otros siete malnacidos que estaban con él, alguno de los cuales predicaba a diario en una mezquita inglesa. Tampoco que un juez de Cardiff considere injusto y excesivo deportar a su Pakistán natal a Mohsin Akram, a quien han caído apenas 15 meses de cárcel por rajar a martillazos la cabeza de su mujer, como castigo por no haberle preparado bien la cena. Cierto que en España están ya en libertad la mitad de los criminales condenados por los atentados del 11M, incluyendo el que alquiló el piso de Leganés y el que construyó los zulos, pero hoy vamos de británicos. Siempre han tenido un Ejército sensacional, unos Servicios Secretos míticos, unas Universidades de ensueño y unas élites dispuestas a arrostrar todo tipo de sacrificios en aras de la gloria. Y ya me dirán si no es para hacérselo mirar que tras el inepto Cameron, el que se pegó un tiro en el pie convocando el referéndum sobre el Brexit, hayan metido en el 10 de Downing Street a una zoquete como Theresa May capaz de convocar elecciones, contando con mayoría absoluta, y perderlas.
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