José Antonio Álvarez Gundín

La pasión de María Magdalena

Una vez revelado el gran secreto de que es María Magdalena la candidata del PSOE a las europeas, y no Elena Valenciano como apresuradamente se dijo, ¡ay esas prisas!, sería deseable que sus amigos, compañeros de partido y socialistas en general hicieran la caridad cristiana de no lapidarla ni boicotearle la campaña electoral. Si además de huir de Arias Cañete tiene también que acogerse a sagrado en su propia casa, le espera un largo vía crucis hasta llegar al 25 de mayo, día que según el CIS se perfila como el Gólgota de Camilo Sesto «Superstar», de casado Alfredo Pérez Rubalcaba.

Para empezar, otra Magdalena, ésta de apellido Álvarez, le ha embarrado el mitin inaugural de la campaña con su obstinación de lapa en aferrarse a la poltrona del Banco Europeo de Inversiones. La conducta de la ex ministra imputada, cuyo sueldo de 23.000 euros al mes explica su lema «Antes partía que doblá», no es precisamente un ejemplo a proponer en Europa, donde se dimite hasta por falsear el currículum académico. Es de suponer que cuando Valenciano prometió llevar a Bruselas el modelo de Andalucía no se refería exactamente a doña Maleni ni a su gestión como consejera de Economía en los tiempos en que se despachaban los ERE con guarnición de mariscos. Otra inoportunidad que viene a perturbar el argumentario de la candidata socialista es la revelación de César Antonio Molina sobre las dos virtudes femeninas que más se cotizan en un gobierno del PSOE: ser joven y con glamour. Molina, un exquisito hombre de letras que degenerando degenerando llegó a ministro de Cultura, ni siquiera se habría mantenido en el cargo cambiándose de sexo, pues como le dijo Zapatero mientras le rebanaba el pescuezo carecía de glamour y se excedía en austeridad. Es de temer que el discurso feminista con el que arrancó Valenciano haya sufrido un desagradable arañazo en su carrocería. Tampoco le favorece el robo de plano que le ha perpetrado Guillermo Fernández Vara con su moción de censura en Extremadura. O estamos a europeos o estamos a extremeños. Finalmente, de puertas afuera, el dislate de la socialdemocracia europea resulta demoledor: Hollande ha abrazado la fe de los recortes con la pasión del converso y Martin Schulz, la esperanza del cambio, no puede ocultar que en Alemania apoya a Angela Merkel como si fuera su novia. Sinceramente, en estas condiciones, presentarse como cabeza de lista del PSOE es de un heroísmo sólo al alcance de una María Magdalena abrasada de ideales. Si al menos Soraya Rodríguez cerrara la boca... Qué cruz.